domingo, 1 de marzo de 2020


SEGOVIA


Nueva excursión de un día con la Hermandad de Jubilados de los ministerios de Comercio, Economía y Hacienda. En esta ocasión somos 40 los viajeros; al frente de la expedición van Elena Romero, nuestra vocal de viajes, así como Jorge Baeza y su esposa Pilar. Somos de la partida mi amigo Pedro y quien suscribe estas líneas, así como otros compañeros como Gonzalo Ávila, su esposa Kitty Liceranzu, Nicolás López, Pilar Cerrada, Carmina, Merche, Ramiro, Juan Carmona y su esposa Victoria Almazán, y otros muchos también habituales de nuestros viajes y de los que siento no recordar su nombre.

Salimos de nuestra sede en Madrid en Alberto Alcocer 2 a las 09:30 con un retraso de 15 minutos que apenas afectó a la programación del viaje, ya que nuestro punto de destino se encuentra muy cerca de Madrid. Vamos a Segovia y tenemos que recorrer algo menos de 100 Km que hacemos por la A-6.


Como siempre, dos precisiones: las fotos de este reportaje están todas tomadas con un teléfono móvil Samsung Galaxy A40, y en cuanto a la parte cultural, me he basado en una estupenda guía de Anaya Touring, “Un corto viaje a Segovia”, la Wikipedia y en lo que nos contó la estupenda guía que tuvimos, María. Aquí, y antes de seguir adelante, tengo que decir que la expedición dispuso de dos guías, Alcázar y María y el grupo se dividió más o menos equitativamente en dos partes. Mi parte, llevaba al frente a María, que como ya he dicho hizo un trabajo perfecto, sin faltarle una coma ni sobrarle un punto. Enhorabuena a Elena, Jorge y Pilar, los responsables de la organización.



Ahora, unas palabras sobre Segovia, capital que cuenta en la actualidad con 53.000 habitantes. Se encuentra a 97 Km de Madrid, situada en la confluencia de los ríos Eresma y Clamores, al pie de la sierra del Guadarrama. La ciudad vieja y el acueducto de Segovia fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985; el acueducto es considerado la obra de ingeniería civil romana más importante de España, y es uno de los monumentos más significativos y mejor conservados de la Antigua Roma en la península ibérica.

Antes de iniciar nuestro recorrido por la ciudad, nos reunimos todos en un hotel-restaurante donde pudimos reponer fuerzas con cafés e infusiones y donde contactamos con nuestras guías. El tiempo climatológico es magnífico; luce un soberbio sol y la temperatura es de unos 12º.

Trataré de relatar de forma cronológica los lugares y monumentos que visitamos en nuestro día en Segovia. Comenzamos nuestro periplo en un lugar que prácticamente ninguno de los expedicionarios conocíamos pese a ser realmente maravilloso, el

Monasterio de San Antonio el Real




El edificio fue palacio de verano del rey Enrique IV, quien lo fundó en 1455 sobre otro palacio anterior al que corresponde la capilla mayor, los coros y la nave de la iglesia. Hacia 1485 fue cedido por los Reyes Católicos a la Orden Franciscana, momento desde el cual empieza a funcionar como monasterio. Al trasladarse los franciscanos queda en manos de una pequeña congregación de monjas clarisas, quienes aún lo habitan en régimen de clausura y gestionan en la actualidad las visitas al monumento.




Uno de los primeros espacios que visitamos fue el claustro, que cuenta en sus corredores con una increíble serie de originarios artesonados mudéjares. El lugar, húmedo y frío, cobra vida cuando se abren las pesadas ventanas que dan al antiguo jardín real y desde donde se pueden observar tanto la pequeña fuente, rodeada de verdor, como la galería superior que guarda en absoluto silencio el secreto de las hermanas de Santa Clara.





En la iglesia, cuya portada de estilo gótico isabelino preside una plazuela rectangular con los blasones de Enrique IV, también se esconden importantes riquezas. La capilla mayor está cubierta con un asombroso artesonado del siglo XIV, cuya variada y complicada decoración enlaza con un friso de yeserías igualmente cuidado. En el muro de la epístola figura un calvario flamenco que data del siglo XV y que está cuajado de un ejército de figurillas policromadas que parecen pelear en busca de espacio. El calvario es realmente portentoso y lamento no poder incluir una fotografía del mismo, que sí realicé, pero que debido al cristal que lo recubre, tiene numerosos reflejos que desvirtúan la imagen.


En las salas llamadas del rey y de la reina aparecen, además de esos maravillosos artesonados a los que ya casi nos hemos acostumbrado en este palacio, interesantes cuadros, esculturas y algunos trípticos flamencos del siglo XV.

El Acueducto


Cuando salimos del monasterio nos dirigimos abrazando los comienzos del Acueducto hacia el centro de la plaza desde donde se vislumbra en toda su grandiosidad el mayor monumento de Segovia. Nuestro recorrido a la par de los cimientos urbanos primarios del monumento resulta fascinante, ya que, al menos quien escribe estas líneas, jamás antes había visto esta parte de la insigne obra; siempre había disfrutado de la vista grandiosa que se contempla en el centro de la construcción, en el Azoguejo.


Este puente romano nos contempla rotundo desde sus 2.000 años de historia; su sola visión impresiona. Para captar enteramente su volumen y dimensiones, debemos desplazarnos buscando diversas perspectivas.


El Acueducto fue, probablemente, construido en tiempos de Augusto para traer el agua desde el puerto de la Fuenfría a una ciudad que se convertía en centro de una importante zona agrícola. Su arquitecto, cuyo nombre figuraba, según antiguos cronistas, en la inscripción que hoy apenas se adivina, consiguió armar los 44 arcos del cuerpo inferior y los 119 del superior sin utilizar ningún tipo de argamasa. Solo el equilibrio entre sus fuerzas lo han mantenido en pie hasta hoy.


Desde su nacimiento urbano, en una pequeña casa de aguas, hasta lo alto del Postigo, distan 728 m, que han de sumarse a su trayecto de más de 15 Km desde el nacimiento en el río Acebeda. En la plaza de Díaz Sanz un brusco giro lo dirige hacia la parte más monumental, sobre el Azoguejo, donde alcanza su mayor altura, con casi 30 m. En esta zona, entre los tres arcos centrales, se encuentra el frontis de la desaparecida firma que alberga en dos hornacinas las imágenes de la Virgen y San Sebastián, que sustituyeron en 1520 a sendas estatuas mitológicas. El Acueducto es el mayor símbolo de Segovia y como tal figura en su escudo.

La calle Real y su entorno




Continuamos nuestro paseo en suave ascendencia hacia la conocida calle Real, bordeada de interesantes edificios. Esta calle es la de más actividad, bullicio y colorido durante el día. Aunque su recorrido hasta la Plaza Mayor recibe tres nombres, respectivamente: Cervantes, Juan Bravo e Isabel la Católica, es el de Calle Real el único usado por los segovianos, tal como nos indicó nuestra guía María. Por ella pasan las procesiones, las cabalgatas y las charangas; a su lado se celebra el tradicional mercado de ganado de los jueves y, cada tarde de domingo, su empedrado es pisoteado impenitentemente por miles de personas que la pasean de arriba abajo y de abajo a arriba.


A media subida, el pretil de la escalinata de la Canaleja sirve de mirador para comprobar la cercanía de la sierra.

La Casa de los Picos


Un poco más adelante es fácil distinguir la Casa de los Picos, hoy sede de la Escuela de Artes y Oficios. Su nombre se debe al bonito y original adorno de la fachada, realizado sobre granito en forma de punta de diamante.

San Martin



Poco más adelante llegamos a la Plaza de Medina del Campo, conjunto arquitectónico de gran belleza, con la escalera empedrada, la fuente, la estatua de Juan Bravo y sobre todo el magnífico caserío que le da forma, presidido por la iglesia de San Martín, que hacen de ella un entrañable rincón urbano lleno de encanto que los segovianos saben aprovechar como lugar de encuentro y los visitantes como un agradable descanso que se llena de sol en los días despejados.


La plaza es conocida entre sus paisanos como la de San Martín por la iglesia que la encabeza; de Juan Bravo por la estatua realizada por el escultor Aniceto Marinas en honor del valeroso comunero, muy querido por los segovianos; y de las Sirenas al confundir con ninfas marinas las dos esfinges situadas al pie de la escalinata.

Iglesia de San Martín


El edificio que realza la singular belleza de la plaza es sin duda la iglesia de San Martín, un templo románico del siglo XII, levantado sobre otro mozárabe, de planta cuadrada, 200 años más antiguo. Este templo, de tres naves, cuenta con igual número de galerías porticadas. En su portada muestra cuatro columnas-estatuas adornadas con las figuras de profetas que recuerdan a las cariátides griegas aunque, eso sí, más hieráticas e inexpresivas.
Continuamos nuestro paseo y llegamos a

La Judería






Aquí podemos admirar entre las callejas que lo adornan, varios edificios singulares, siendo quizás el más significativo, la iglesia de Corpus Christi perteneciente a un convento de monjas clarisas. El templo, dedicado al culto cristiano, fue construido en el siglo XIII como sinagoga judía y convertido a la religión preponderante tras la expulsión de los hebreos en 1492, aunque en su interior los arcos de herradura, las celosías de madera y las paredes encaladas rinden el homenaje del recuerdo a su auténtico origen. Esta iglesia y, más aún, la estrecha callejuela que parte hacia la izquierda, llamada de la Judería Vieja, anuncian el comienzo del barrio judío, alhama o Judería. Una zona que disfrutó de gran actividad dentro de la ciudad, en la que habitaba un gran número de hebreos dedicados al comercio y a otros oficios hasta que, como es sabido, fueron obligados a abandonarla. Todavía hoy conserva parte del sabor que debió de tener, repartido entre sus angostas calles.


Continuamos nuestro paseo imbuidos en las explicaciones que nos proporciona María, y así desembocamos en la

Plaza Mayor


Es sin lugar a dudas el centro vital de la ciudad. Además de reunir algunos de los edificios administrativos más importantes, en las calles aledañas proliferan bares, mesones y pubs, que son la cita ineludible durante la noche tanto para los segovianos como para los turistas.


Entrando en la plaza por la Calle Real vemos enfrente el Ayuntamiento, salvando este breve obstáculo que aparece y desaparece con el tiempo que es el templete de música, o como dicen muchos segovianos, el quiosco. El edificio consistorial, cuyo interior ha sido completamente rehabilitado a excepción de la llamada planta noble, está presidido por dos torreones y el reloj, siendo ejemplo de la arquitectura del siglo XVII.


Por cierto, hoy, junto a la bandera nacional, la de la UE y la segoviana, luce una enseña de un país árabe que ninguno sabemos identificar y cuyas razones para estar en ese lugar no alcanzamos a dilucidar; María apunta como una posibilidad un “hermanamiento” con el país en cuestión o ciudad tal vez hermanada con Segovia.


Con posterioridad a lo escrito por mí, en concreto el lunes 9 de marzo, mi buen amigo Eduardo Cabañas, que tiene la mala costumbre de leerme y aportar siempre su valioso granito de arena en lo que respecta a correcciones, me dice que la bandera pertenece a la República Árabe Saharaui Democrática, antigua provincia española. Gracias pues a Eduardo, que en su modestia es un sabio.


A su derecha se encuentra el Teatro Juan Bravo, inaugurado hace más de 100 años, concretamente en 1918, que en la actualidad es el único en activo tras una restauración que le sacó de un largo periodo de abandono, salvando un importante apartado de la vida cultural segoviana. Hoy, el Juan Bravo centra su programación en el teatro, la danza y la música.

La Catedral


Es uno de los grandes templos góticos construidos en España. La parte que asoma a la Plaza Mayor corresponde a su ábside, adornado de pináculos y arbotantes que conforman una marejada de piedra.


Juan Gil de Hontañón fue el encargado de la obra, pero a su muerte la dejó en manos del que había trabajado como aparejador, García de Cubillas. Un hijo de Gil de Hontañón, Rodrigo, cuarenta años después, se haría cargo de los trabajos, adoptando el sistema gótico de capillas radiales, propio de los templos medievales.


Es la última catedral gótica que se construyó en España. Está considerada como la obra maestra del gótico vasco-castellano y se la conoce como “La Dama de las Catedrales”. Se trata de la tercera catedral de la ciudad, y conserva el claustro de la segunda, ubicada frente al alcázar y destruida durante la Guerra de las Comunidades en 1520. En sus obras, como ya se ha dicho, trabajaron Juan y Rodrigo Gil de Hontañón, y otros maestros de la arquitectura española. Fue consagrada en 1768 y tiene unas dimensiones de 105 metros de largo, 50 de ancho y 33 de altura en la nave central; su torre alcanza los 90 metros. Consta de 18 capillas y dispone de tres puertas de acceso; la del Perdón, la de San Frutos y la de San Goroteo, primer obispo de la diócesis.


Aquí, frente a la catedral, en la Plaza Mayor, se despide de nosotros María con la felicitación unánime de todos por su excelente trabajo. Son las 14:00 horas y nuestro almuerzo está previsto a las 14:30, de modo que Pedro y yo nos damos un paseo por las calles adyacentes a la catedral y poco antes de las 14:30 estábamos en el restaurante que nos iba a cobijar: El Bernardino.

Nuestro almuerzo


Cuando entramos en el local, ya estaba sentado allí Gonzalo, en una mesa redonda para ocho comensales y nos había reservado sitio para Kitty, Nicolás, Pedro y yo. Ocupaban otros dos sitios Ramiro y un compañero del que siento no saber el nombre. El lugar que quedaba libre al lado de Pedro, nos hizo el honor de ocuparlo Elena.

El almuerzo, que resultó fantástico, regado con un buen Ribera del Duero y agua mineral a discreción, se compuso de una rica y contundente sopa castellana para abrir boca, y luego el consabido cochinillo, debidamente troceado con el clásico plato que luego se estrella contra el suelo; acompañaba al cochinillo como guarnición una ensalada. De postre un plato de helado con un pastelillo. Café e infusiones. Una comida realmente soberbia.


Este es el lugar para decir que los ex funcionarios de la Secretaría de Estado de Comercio, Elena, Kitty, Gonzalo, Nicolás y quien suscribe, pidieron humildemente perdón a Pedro, Ramiro y el otro compañero por las numerosas anécdotas y chascarrillos que contamos de nuestros años en activo. Obtuvimos el ansiado perdón.

A los postres nos llegó una sorpresa, algo inesperado. Hizo entrada en la zona que ocupábamos los miembros de la Hermandad una especie de ¿rapsoda? (la verdad es que no sé muy bien cómo calificarlo), que vestía una chilaba a rayas, y al que en un principio nadie supo muy bien qué cometido se traía entre manos.

El rapsoda, llamémosle así, dijo ser pariente de “nuestro” Jorge Baeza, y nos deleitó con una serie de historias que nos ayudaron a digerir la abundante comida. Finalmente se quedó en compañía de Jorge y Pilar, mientras el resto de comensales nos levantábamos bien pasadas las cuatro de la tarde y nos dirigíamos al autobús para realizar nuestra última visita antes de retornar a Madrid.

El Alcázar

Nos dejó el autobús próximo a un prado desde el que se podía admirar muy bien la inconfundible estampa del Alcázar segoviano.


El Alcázar de Segovia, palacio real situado en lo alto de una roca entre los ríos Eresma y Clamores, aparece documentado por primera vez en 1122, aunque es posible que existiese en época anterior. Fue una de las residencias favoritas de los reyes de Castilla, construido en la transición del románico al gótico, y en el que destaca la decoración mudéjar de sus amplios salones. El edificio se articula a través de dos patios y posee dos torres, la del Homenaje y la de Juan II. Fue residencia favorita de Alfonso X el Sabio y de Enrique IV, y de él partió Isabel la Católica para ser proclamada reina de Castilla en la Plaza Mayor. Devastado por un incendio en 1862, fue posteriormente reconstruido. Alberga en la actualidad el Archivo General Militar de Segovia y el museo del Real Colegio de Artillería, gestionado por el Patronato del Alcázar.

Santuario de la Virgen de la Fuencisla


A pocos metros del prado desde el que admiramos el Alcázar, se encuentra el santuario de la patrona de la Comunidad y de la ciudad de Segovia. Fue construido entre los años 1598 y 1613 por Francisco de Mora al haberse quedado pequeña la ampliación renacentista de la primitiva ermita medieval allí existente. Posee un retablo de Pedro de la Torre en el Altar Mayor así como una notable reja barroca cerrando el presbiterio y donada por el gremio de pañeros. Fue visitado por San Juan Pablo II en 1982.



Regreso

Tras una corta visita al santuario, subimos de nuevo al autobús, recogimos en el centro de Segovia a Jorge y Pilar, así como a otro matrimonio que también se había quedado en el restaurante, y emprendimos nuestro regreso a Madrid a las 17:45.

Tras un ligero atasco a la entrada en la A-6 a la altura de Las Rozas, arribamos a nuestra sede de Alberto Alcocer poco después de las siete de la tarde. Tras el correspondiente tránsito por el Metro y el Cercanías en Príncipe Pío, llego a mi casa de Las Rozas sobre las 20:00 horas.

Para finalizar este relato, me gustaría decir que todas las excursiones de la Hermandad suelen ser un éxito, pero en esta ocasión, creo que hemos puesto el listón muy alto. Todo resultó perfecto. De nuevo, mi enhorabuena a Elena, Jorge y Pilar. Poco más podría añadir.

Las rozas de Madrid, 1 de marzo de 2020

Juan José Alonso Panero



sábado, 25 de enero de 2020


OCAÑA y YEPES



21 de enero de 2020, nueva excursión con la Hermandad de Jubilados de los Ministerios de Economía, Comercio y Hacienda, en esta ocasión a las localidades de Ocaña y Yepes, en la vecina provincia de Toledo.

Somos 42 los expedicionarios, y entre los viajeros, a la cabeza de los cuales va nuestra vocal de Viajes, Elena, así como Jorge y Pilar, se encuentran caras conocidas de nuestros periplos habituales, tales como Merche, Pilar, Carmina, Trini, Ramiro, Victoria y Juan Carmona con los que hace tiempo que no coincidíamos mi amigo Pedro y yo, así como también Nicolás López, compañero de la Secretaría de Estado de Comercio.

Salimos en autobús desde nuestra sede madrileña en Alberto Alcocer 2 a las 09:19 con solo 4 minutos de retraso sobre el horario previsto; todo un éxito.

Tras recorrer los aproximadamente 60 Km que nos separaban de Ocaña, llegamos a esta villa a las 10:45.

Como hago siempre y antes de seguir adelante, indico que la parte cultural de este relato se basa en los prospectos de los ayuntamientos de Ocaña y Yepes, y la Wikipedia, además de lo disertado por las guías que nos acompañaron en nuestras visitas.

En cuanto a las fotos que adornan el reportaje, todas se tomaron con un teléfono móvil Samsung Galaxy A40.

OCAÑA


Una vez en Ocaña, aprovechamos para ir a los baños y tomarnos unos cafés que nos sirvieran de reconstituyentes para hacer frente al frío terrible que nos acompañaba, 3 grados de temperatura, pero que, como consecuencia del viento helador, se convertían en 0 grados; el cielo estaba completamente cubierto, aunque sin lluvia.

Los recuerdos que tenía yo de Ocaña se remontaban a la época de la España de los 60 y 70 del pasado siglo donde sin existencia de autopistas, cada vez que se enfilaba la carretera de Andalucía, se pasaba por Ocaña, pero jamás paré en esta localidad, donde además tenía fama su penal. Tras la visita efectuada hoy, tengo que decir que mi idea de Ocaña ha sufrido un giro positivo de 180º.


Antes de continuar con el relato, unas pocas palabras sobre esta localidad que en la actualidad tiene censados unos 12.000 habitantes.

Ocaña fue escenario de grandes acontecimientos como las cortes celebradas por Juan II en 1422 y por su hijo Enrique IV en 1468 y 69. Así mismo fue refugio de la entonces princesa Isabel de Castilla, exiliada de la Corte de su hermanastro Enrique IV y donde conoció a Fernando de Aragón; aquí encontró a sus mayores valedores en los caballeros ocañenses Gonzalo Chacón y Diego Gutiérrez de Cárdenas, este último comendador de Santiago. Su lealtad se vio recompensada siendo ya Isabel reina, pues ambos gozaron de amplia influencia en la Corte. En 1499 los Reyes Católicos juraron a su nieto Miguel en la desaparecida iglesia de San Pedro.


Como estancia de reyes, acogió a Juana I de Castilla y Felipe el Hermoso.

En la Guerra de la Independencia Española (1809), tuvo lugar la conocida como batalla de Ocaña, en la que las tropas del general Aréizaga perdieron frente a las francesas al mando del mariscal Soult, dejándoles vía libre a la Mancha.

A mediados del siglo XIX tenía 1.000 casas y el presupuesto municipal ascendía a 68.073 reales, de los cuales 8.000 eran para pagar al secretario.

Históricamente ha sido una población fundamentalmente agrícola. Durante el siglo XIX se producía toda clase de cereales, hortalizas, aceite, vino, lino, seda y frutas, manteniéndose así mismo ganado lanar, cabrío, vacuno y porcino. En cuanto a la industria y el comercio se encontraban una fábrica de hilar seda, otra de jabón, dos molinos de aceite y seis de harina. En la artesanía destacaron sus botijeros.


En la actualidad, el sector predominante es el de servicios, con un 60,8% del total de empresas que operan en el municipio, seguido de la construcción con un 21,8%, la industria un 13,6% y finalmente la agricultura en franco retroceso con un 3,8%. La tierra de labor se dedica mayoritariamente a los herbáceos, un 84,3%, seguido del olivar con un 9,1% y el viñedo, 6,5%.


A las 11:15, acompañados de la guía del Ayuntamiento, Valle, iniciamos nuestra visita de la localidad, recorriendo lugares de interés que reseño cronológicamente.


Comenzamos nuestro recorrido en la Plaza Mayor, del siglo XVIII, declarada bien de interés cultural. Estilo neoclásico, claustro regular de estructura cerrada y sistema arquitectónico abovedado, presenta una organización simétrica de fachadas organizadas por una arquería inferior con dos plantas de pisos y cubierta a dos aguas, sobre la que se disponen buhardillas siguiendo el eje de los arcos. La fachada principal corresponde a las Casas del Ayuntamiento, en cuya puerta principal se puede observar las armas de la Villa. Las obras de construcción comenzaron en el último tercio del siglo XVIII, culminándose la primera fase en 1791 bajo el reinado de Carlos III. Según nos indicó nuestra guía Valle, es, tras Madrid y Salamanca la tercera plaza de España en cuanto a dimensiones. Francamente hermosa, fue nuestra primera sorpresa agradable en la visita a esta localidad.




Nuestro recorrido siguió en el Palacio de los Cárdenas, del siglo XVI, declarado monumento histórico-artístico en 1931. Bien de interés Cultural, fue mandado levantar por el ocañense Don Gutierre de Cárdenas, caballero de Santiago, comendador mayor de León y Maestresala de Isabel I la Católica.





Casa solar de los Cárdenas, que recayó por línea segundogénita en los futuros Condes de Colmenar y posteriormente en los Duques de Frías. Es la actual sede de los Juzgados de Primera Instancia y Vigilancia. Fue nuestra segunda agradable sorpresa en Ocaña.




Seguimos a continuación al Teatro Lope de Vega. Colegio de la Compañía de Jesús, del siglo XVI. Fundado por el protonotario Don Luis de Calatayud, presbítero vecino de la villa, con el título de Ntra. Sra. de la Consolación o de la Anunciata, dio principio el 14 de abril de 1558, y en él quedó establecido un Colegio Seminario llamado de San Luis Gonzaga. 





Lope de Vega y Francisco de Quevedo buscaron la inspiración dentro de sus muros. Tras la exclaustración de los teatinos, fue convertido en Academia de Caballería, siendo su director el general Ricardos. Actualmente, tras haber hecho funciones de cinematógrafo, es desde los años 80 del pasado siglo el teatro de la localidad.


Frente al teatro Lope de Vega, se encuentra el Rollo de Justicia o Picota, del siglo XV de estilo gótico. Rollo jurisdiccional cuyo emplazamiento original se hallaba en el centro de la Plaza Mayor, siendo trasladado a finales del siglo XVI por acuerdo del Consistorio a las afueras de la villa. En 1986 se acuerda darle la actual ubicación. La conclusión que sacamos los excursionistas es que el monumento es francamente hermoso.


Tras un pequeño recorrido a pie, corto en cuanto al trayecto, pero muy intenso por el gélido frío y el viento reinante, llegamos a un mirador desde el que se vislumbraba la conocida como Fuente Grande, del siglo XVI, renacentista, declarada monumento histórico-artístico de carácter nacional en 1976. Colosal obra de ingeniería hidráulica, constituye un extraordinario diseño arquitectónico de conducción y captación de aguas. La tradición designa a Juan de Herrera como su autor a falta de fuentes que así lo atestigüen. Sí está probado que su equipo habitual de colaboradores trabajó en la Fuente de Ocaña. Alimentan sus caños uno de los mejores Qanat o viajes de agua de la península, constituyendo un ejemplo fundamental para comprender la cobertura de este tipo de abastecimiento urbano.




Con el frío en el cuerpo nos trasladamos a continuación a la Iglesia parroquial de Santa María de la Asunción, situada posiblemente sobre una antigua mezquita del siglo XII. Construida entre los siglos XV y XVIII, es la iglesia matriz ocañense. Destaca en su fachada su torre de dos cuerpos de diferentes estilos, el cuerpo bajo de reminiscencias mudéjares y el alto con características renacentistas. La fachada principal de estilo plateresco, las florestas, rosetas, volutas en pilastras y alegorías sobre el alfiz, contrasta con el resto del edificio. No en vano la construcción, a lo largo de su historia sufrió varios incendios y remodelaciones. 





En su interior destaca la Capilla del Patrón de Ocaña, N.P. Jesús Nazareno y en cuya sacristía la Archicofradía custodia su afamada colección de armaduras, que lamentablemente aún no pueden visitarse hasta que se terminen los trabajos que se tiene previsto realizar para su exposición, según nos comentó Valle, nuestra guía. Hay que decir que el retablo, así como las imágenes y pinturas que ornan la iglesia son todas de reciente ejecución, pues durante nuestra Guerra Civil de 1936-39, el edificio sufrió consecuencias vandálicas con la destrucción sistemática de todas las obras religiosas.

Cuando salimos de la iglesia no eran aún las 13:30, pero debido al intenso frío, los viajeros nos dirigimos casi al trote hacia el restaurante El Palio, donde iba a tener lugar nuestro almuerzo. Ocupamos un par de extensas mesas. En la nuestra, junto a Pedro y a mí, se sentaron Nicolás, Pilar, otra compañera que siento no recordar su nombre, así como Victoria y Juan.


En cuanto a nuestro condumio, estuvo compuesto en primer lugar de entremeses, empanadillas, queso tipo cabrales, lomo, salchichón… Ensalada, y de segundo a elegir entre secreto ibérico, lubina al horno y alubias con perdiz; de postre brownies; vino tinto, blanco y agua; café e infusiones. La comida fue correcta; entre 0 y 10 yo le daría un 6, no puntuando más alto, ya que en mi humilde opinión, por ejemplo, a las alubias con perdiz que elegí yo, se le había ido la mano en el vinagre al cocinero, a más de que el pellejo de las habas era bastante duro, opinión generalizada entre los consumidores de este plato.

Durante nuestra estancia a cubierto, departí largamente con Nicolás contándonos mutuamente anécdotas y chascarrillos de nuestro ministerio durante los larguísimos años que en él servimos, tanto en Madrid como en diversos destinos en el extranjero.

Llueve moderadamente cuando salimos del restaurante en Ocaña pasadas las cuatro de la tarde en dirección a Yepes. El autobús nos esperaba en la vía principal, para mi sorpresa, Avenida del Generalísimo y la continuación Avenida de José Antonio; también tenía calle en Ocaña el General Moscardó.

YEPES

Llegamos a Yepes, a 12 Km de Ocaña a las 16:30; aquí la lluvia es más fuerte, lo cual nos lleva a que debido al malísimo tiempo climatológico, nuestra visita a esta localidad quede reducida a un par de monumentos, eso sí, al menos uno de ellos, impresionante.

Situado en el extremo occidental de la comarca de La Mesa de Ocaña, en una extensa y elevada llanura caliza, al noroeste de la provincia de Toledo, el término municipal abarca 19 Km de este a oeste y 10 Km de norte a sur, resultando una extensión de 85 Km2. En la actualidad cuenta con unos 5.200 habitantes censados.


Se conservan restos de los dos recintos amurallados que tuvo la villa en época medieval. El primero cerraba la alquería judía que más tarde se extenderá y formará el actual casco antiguo de la localidad, en la que convivían judíos, cristianos y musulmanes. De este primer recinto podemos apreciar tres torreones medievales, de base, uno semicircular, y cuadrada los otros dos, uno de ellos coronado por una cúpula de media esfera.


Ya en el siglo XIV se crea la estructura urbana definitiva y se levanta el segundo recinto amurallado que estaba compuesto de cinco puertas, ordenadas a continuación por orden de construcción: Puerta de Ocaña, con una hornacina de madera con una talla de San Cristóbal; Puerta de Madrid, que porta un cuadro de San Miguel y es el punto más alto del recinto; Puerta de Toledo, situada al lado del convento de San José y San Ildefonso y que tiene un altar a la Virgen del Carmen; Puerta Nueva, conocida como de la lechuguina porque mira hacia la huerta del valle; y la Puerta del Hondón, la única desaparecida en la actualidad, miraba hacia el valle y a finales del siglo XIX existen testimonios de que todavía seguía en pie.


Aquí nos acompaña como guía Sole, francamente buena y agradable. Comenzamos nuestra corta visita que discurrió en primer lugar por la Plaza Mayor. En sus orígenes fue una plaza gótica de planta triangular, formada por la Colegiata de San Benito y el Palacio Arzobispal en sus lados, y edificio administrativo en la base. En el siglo XVI servía como lugar de espectáculos. Su planta rectangular actual resulta de la reforma del Palacio Arzobispal en el siglo XVIII.


A continuación nos dirigimos a la vecina Colegiata de San Benito Abad, la mayor joya monumental de Yepes, conocida como “la catedral de la Mancha” por sus grandes dimensiones.

La Colegiata fue trazada en el siglo XVI por Alonso de Covarrubias (maestro de obras de la catedral de Toledo) entre 1534 y 1570. Es un edificio de piedra blanca del gótico final y principios del Renacimiento que consta de tres naves, más dos series de capillas laterales a los pies de una esbelta torre en tres cuerpos de setenta metros de altura. Está decorada con pilastras dóricas, elementos renacentistas y el escudo del cardenal Tavera.


Cuenta además con dos pórticos: el de la Asunción y el dedicado al patrón de la villa, San Benito Abad, con un relieve del castigo de Santa Bárbara. En el interior produce una gran impresión la altitud y elevación notable de sus columnas y bóvedas de crucería. Las capillas laterales están cerradas por verjas platerescas, que constituyen junto con las de la catedral de Toledo el conjunto de rejería más importante de la provincia, elaborado buena parte de este conjunto en Yepes. Un buen ejemplo de lo dicho lo constituye la reja de la capilla privada de Alonso González de Luna, linde de la del canónigo Ginés de Soto, que se concierta en 1613 por Sebastián Collado y Fuenleal de Luna y el rejero Francisco Gaitán, ambos vecinos de Yepes.

El 9 de febrero de 1613, el cura Pedro de Casarrubios, su mayordomo Antonio del Águila y el diputado Antonio de Chaves, redactan el contrato para dotar y estofar el retablo del altar mayor con el parecer de Juan Bautista Monegro, por entonces maestro de obras de la catedral de Toledo. Se acuerda encargar la obra a Gaspar de Cerezo (dorador) y a Juan de Portillo, bajo la supervisión del escultor Pedro de León. El precio que se acordó ascendía a 1.000 ducados.


El retablo mayor presenta el mejor trabajo de Luis Tristán, discípulo aventajado del Greco, con lienzos fechados y firmados en 1616 y formado por seis escenas de la vida de Jesús y ocho medias figuras de Santos. En nuestra Guerra Civil de 1936-39 se destruyeron las esculturas de santos del retablo, que se perdieron para siempre, así como el retablo, pero los lienzos desgarrados fueron salvados milagrosamente de la quema por una Asociación de la villa, pudieron repararse en el taller de restauraciones del Museo del Prado y se devolvieron en 1942. En el Prado pueden contemplarse de esta obra a Santa Mónica y Santa Magdalena, que quedaron allí como pago.

Este es el lugar adecuado para decir que todos los excursionistas quedamos anonadados por la grandiosidad de las pinturas de Tristán, maravillosas, espléndidas y que lucían como recién salidas de sus manos, que era lo mismo que estar contemplando obras del Greco. Sinceramente, fue emocionante y el colofón sin precio a nuestra excursión de hoy.


No quiero que se me olvide que también pudimos contemplar a la entrada de la Colegiata un bonito Belén que aún no había sido desmantelado.


Hay que destacar además de lo dicho, una capilla del siglo XVIII, barroca, dedicada al Santísimo Cristo de la Vera Cruz.

También es de interés el pequeño museo de orfebrería de los siglos XV al XIX, la Custodia con el escudo municipal, lienzos de Luis de Carvajal y talla barroca de San Francisco de Asís procedente de uno de los conventos existentes en la villa hoy desaparecido.

Acabamos nuestra visita a la villa en la Ermita de la Soledad, y a las 18:30 salíamos de Yepes en dirección a Madrid, a donde llegamos tras un pequeño atasco en la entrada de la ciudad a las 19:50.

Me despedí apresuradamente de mi amigo Pedro, de Elena y de Jorge y Pilar y me zambullí en la boca de Metro de Cuzco con dirección a Príncipe Pío, donde cogí el Cercanías de las 20:15 con dirección a Las Rozas. A las 20:45 estaba en casa.

Fin de una excursión que a priori parecía que no podía dar mucho de sí, y resultó todo lo contrario. Estupendamente planificada por Elena, Jorge y Pilar, resultó en mi modesta opinión, todo un éxito. Aún conservo en la retina los seis espléndidos lienzos de Luis Tristán, a los que voy a dar nombre para cerrar este relato: La Adoración de los Pastores, La Adoración de los Reyes, La Flagelación, El Camino del Calvario, La Resurrección y la Ascensión.

Las Rozas de Madrid, 24 de enero de 2020

Juan José Alonso Panero