miércoles, 8 de enero de 2014


NAVIDAD EN TENERIFE

 


Todos los años, al acercarse las fechas navideñas, mi amiga Celia, siempre me sugería la posibilidad de pasar esos días tan familiares con mis hermanos, en Tenerife. Por unas causas o por otras (pereza a la hora de efectuar el viaje, indecisión…), siempre había desistido de hacerle caso. En esta ocasión, me dije que era el momento.

Una vez decidido, quedaba por concretar las fechas, a fin de rentabilizar al máximo los pocos días de vacaciones que me quedaban tras el esquilme efectuado por el innombrable ministro de Hacienda y Administraciones Públicas y su secuaz secretario de estado.

 
El paso siguiente fue ponerme en contacto con uno de mis dos ángeles de la guarda para todo lo relativo a cuestiones informáticas: mi hermano Paulino (el otro ángel es mi hijo Mariano).

Dado que hoy en día todo se efectúa a través del ordenador, se trataba de hacerme con un billete de avión para Tenerife. Aunque me manejo relativamente bien en este campo, a nivel de usuario, todo lo relacionado con Internet es ya otra cosa.

Paulino actuó como siempre: eficaz y rápidamente. Conectados a través de la línea telefónica fuimos explorando todas las posibilidades. Al final, lo más conveniente, tanto por horario como, sobre todo, por precio, era efectuar el viaje en RYANAIR.

Acostumbrado a mis cómodos viajes de trabajo a Bruselas en BRUSSELS, las restricciones impuestas por RYANAIR parecían, en un primer momento, una auténtica tortura. No obstante, y antes de que se me olvide, quiero dejar constancia que todo el personal de la compañía fue siempre amabilísimo, y tanto el trayecto de ida como el de vuelta se desarrollaron con una puntualidad cercana a la perfección. En el de regreso a Madrid, al adelantarnos al horario de aterrizaje previsto, sonó la “trompetilla”. Los usuarios de la compañía saben bien a lo que me refiero.

Por último, y en lo relativo a este apartado, no quiero dejar de mencionar que nunca le agradeceré suficientemente a la güera (frecuente usuaria de RYANAIR), su recomendación de gastarme 14 euros adicionales y disfrutar de la modalidad de “prioridad”. Ello me supuso, entre otras ventajas, el no tener que hacer, para el embarque, la cola de pie. Gracias, Celia.

Lunes 23 de diciembre de 2013, el viaje
 
El lunes 23 por la mañana fui al ministerio, regresé a casa después de comer, y en la tarde, con mi trolley a cuestas, me dirigí al aeropuerto de Barajas, terminal 1. Lo hice desde la puerta de casa, primero en autobús, y luego en Metro hasta la misma terminal. Recordando tiempos pretéritos, pensaba que los habitantes de Madrid, nunca valoramos en lo que vale el disponer de uno de los transportes públicos mejores del mundo.

A las 23:30 hora canaria (para mí, que venía de la España peninsular, una hora más) aterricé en el aeropuerto de Tenerife Sur. Habría preferido, por una cuestión sentimental, el de Los Rodeos, tan cercano en mi imaginación a mi idílica infancia y primera juventud tinerfeña, pero las combinaciones horarias mandaban.
 
Me esperaban mi hermano Paulino y mi cuñada Eva, y con ellos efectué el trayecto, unos 50 kilómetros, hasta su casa, donde gracias a su hospitalidad, me iba a hospedar las 5 noches que pasaría en la isla.

 
Las fotografías

Las restricciones impuestas en el equipaje al viajar en RYANAIR, conllevaban un terrible castigo. No podía llevar las dos cámaras profesionales que utilizo habitualmente en los últimos años, la Leica M9-P digital y la Contax G2 analógica. De modo que me tuve que conformar con la pequeña (ocupa lo que un paquete de tabaco) Contax U4R digital, que pese a sus carencias, realiza unas magníficas fotografías a través de su objetivo Zeiss.

 
Así pues, todas las fotos (excepción hecha de las antiguas que incluyo en este relato y las realizadas por mi hermana Charo con su móvil) están tomadas con esta cámara. Lo que más me “duele” (posiblemente otra de mis muchas manías) es que las imágenes no están plasmadas en 24x36, es decir el clásico tamaño del negativo de 35mm de toda la vida, y que hoy en día, en las digitales, se denomina “full format” y que sí tiene la Leica M9-P.


Martes 24 de diciembre de 2013

En la mañana de este día, Eva y Paulino me prepararon una bonita excursión. Querían que en esta ocasión, visitara lugares que, se suponía, jamás había visto con anterioridad.

Como saben bien quienes me conocen, viví mis primeros 15 años en Santa Cruz de Tenerife, durante mucho tiempo seguí pasando los veranos en la isla, e incluso, tras haber ganado mis oposiciones como funcionario del estado, estuve allí destinado en 1972. Luego, aún en vida de mis padres, visité muchas veces esta tierra en unión de mi esposa y mis hijos. Pero hacía ya seis años largos (la vez anterior fue en septiembre de 2006) que no ponía los pies en Canarias.

Pues bien, pese a mi cercanía a esta maravillosa isla, había aún lugares que desconocía, y a ellos me iban a acercar Eva y Paulino.

Arafo, Güímar, Arico el Nuevo y el Porís de Abona

Subimos en el Renault descapotable de mi hermano, y tras la tormentosa salida del garaje (ángulo de 90 grados), nos dirigimos, por la autovía del sur, hacia nuestro destino.

 
El primer punto en el que paramos, fue Arafo. Sinceramente, no recuerdo haber estado nunca en este precioso pueblo. Arafo siempre estaba unido en mi pensamiento, a una de mis amigas de adolescencia, María José, que, aunque siempre la relacioné con Santa Cruz, y por supuesto el Puerto de la Cruz con su preciosa casa entre plataneras, ella hablaba mucho de Arafo, de donde creo recordar que era su padre, y a donde iba alguna que otra vez.

 
Claro que, quien no haya vivido con conciencia los años 50 y 60 del pasado siglo, no puede hacerse una idea de lo que en esos tiempos suponía desplazarse por las carreteras del sur de la isla. A título de ejemplo, el ir desde Santa Cruz a Candelaria, distante unos 20 kilómetros, era casi una aventura…

 
 
Tras pasear por las bonitas calles de Arafo, nos detuvimos en Güímar, renombrado enclave en el sur de la isla. Luego, nos dirigimos hacia Arico el Nuevo. El lugar, muy bonito y de casas blancas, parecía un pueblo fantasma. Recorrimos sus silenciosas calles donde seguí tomando fotos para guardar en el recuerdo.

 
 
La excursión la terminamos junto al mar, en el Porís de Abona. Mi hermano Paulino, enamorado de su faro, quería disfrutar de la magnífica vista que nos ofrecía un pequeño bar situado junto al mar. Aquí, en una mañana de Nochebuena atípica para mí, en mangas de camisa, como puede apreciarse en las fotografías, almorzamos unas raciones de comida estupendas, incluyendo unos fantásticos langostinos.

 
Para bajar la abundante ingesta, dimos un paseo por el pueblo, disfrutando de la maravillosa visión del cercano mar, y, en lo que a mí respecta, absorbiendo con fruición el marino olor que traía a mi memoria recuerdos infantiles.

 
La Nochebuena

Como siempre, desde hacía ya muchos años, mis hermanos solían celebrar la Nochebuena en la casa de Eva y Paulino. En esta ocasión me unía yo a la fiesta. Mientras esperábamos la llegada de nuestras hermanas, traté de recordar la última vez que había pasado la Nochebuena en Tenerife. Hice memoria y puse una fecha: 1974 en la casa de mis padres, calle del Castillo. Mariano tenía un año y Eloísa estaba embarazada de Marisa.

Un recuerdo al pasado

 
En un día tan especial como la Nochebuena, me vienen a la memoria aquellos tiempos pasados de mi infancia, en que las rondallas típicas canarias, con guitarras, mandolinas, timples y panderetas, tocaban y cantaban maravillosamente por fuera de la casa de mis padres, en Santa Cruz, un villancico único, autóctono, “Lo Divino”. Al recordarlo se me eriza la piel. Esos momentos, esas cálidas noches canarias de vísperas de Navidad, jamás se me olvidarán. Desde una pequeña terraza, antesala de la puerta de entrada de nuestra casa, recuerdo escuchar con auténtica veneración el canto de la rondalla, que en una calle absolutamente vacía de coches, elevaba sus cantos al tibio cielo tinerfeño.
 
 

La cena

Llegaron mis hermanas a la hora prevista, algo que antaño se podía considerar como inusitado, pero que en los últimos tiempos parece que es más habitual. Charo venía acompañada de su marido Javier. A Marisa, viuda desde hacía unos meses tras el fallecimiento de mi cuñado Quang, fue a recogerla Eva. Con Paulino hijo éramos siete a la mesa.

Independientemente de los regalos que aportó Papá Noel, mi hermana Marisa me traía con el mayor cariño, para engrosar mi colección, la cámara réflex Canon FX que había pertenecido a su marido.

 
Es difícil describir las viandas que adornaron la maravillosa cena,  un surtido de quesos soberbio, jamón ibérico, chorizo, cecina, lomo, un tartar de salmón que aportaba Marisa, y de remate un conejo al salmorejo guisado por mi cuñada Eva. Además, no me puedo olvidar de las papas “arrugás” que con el mayor amor había cocinado Paulino, exquisitas. La fantástica cena la regamos con tres botellas de rioja y otras tres de champán, y digo champán, porque, por supuesto, era francés. Terminado que hubimos las botellas del vecino país, dimos cuenta de otras dos de cava valenciano.

 
Tras la correspondiente entrega de regalos para todos, comenzamos un fin de fiesta en el que mi hermano y yo acabamos tocando, él la gaita (nunca le había visto hacerlo hasta ese día) y yo la guitarra.


Cuando nos fuimos a la cama, eran las seis de la mañana. Casi, casi, ni de joven me había acostado nunca a esa hora. Fue una maravillosa velada de la que todos disfrutamos en igual medida. Yo, hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan bien.

 
Miércoles, 25 de diciembre de 2013

 
La mañana de este día fue de absoluto reposo para tratar de reponernos, hasta donde fuera posible, de los excesos realizados la noche anterior.

La comida de Navidad en La Laguna

 
Eva, Paulino, Marisa y yo subimos en coche a La Laguna para reunirnos allí con Charo y Javier. La comida de Navidad la realizamos en el casino de la ciudad, que tras los excesos de la noche de ayer, fue bastante comedida.

 
Tras el almuerzo, dimos un paseo muy agradable por esta maravillosa ciudad, patrimonio de la humanidad.

 
Para mí, La Laguna es muy especial. Algún día trataré de plasmar en letra impresa lo que supuso en mi vida. Me es muy difícil describir aquellos veranos laguneros con bicicleta en los años de adolescencia. Tal vez en algún momento de inspiración logre aproximarme a lo que siento y no sé dibujar. Como adelanto, me atrevo a incluir aquí dos fotos de época del chalé que mis padres poseyeron en la ciudad de Aguere.
 
 


 
Paseamos por la calle de la Carrera, hoy en día peatonal, al igual que la de Herradores y la de San Agustín. Visitamos la sobria y maravillosa iglesia de la Concepción, y tras pasar por la plaza de la Junta Suprema, bajamos por la calle de San Agustín, donde nos detuvimos en la casa Salazar, el palacio episcopal. Cada rincón lagunero me traía recuerdos sin límite.

 
 
Terminamos el recorrido en la casa de Charo y Javier, un pequeño museo imposible de describir. Mi cuñado Javier, sabiendo de mi afición por las cámaras antiguas, aportó dos a mi colección, una Olympus Pen y una Agfa Box.

 

Jueves, 26 de diciembre de 2013

Este día teníamos prevista una gran excursión, prácticamente una vuelta a la isla. Cuando regresamos a Santa Cruz, habíamos hecho 240 kilómetros.
 

 
San Juan de la Rambla

 
 
Los excursionistas, Eva, Paulino, Marisa y yo, nos situamos en el descapotable de mis hermanos, e iniciamos un recorrido con parada inicial en el pueblo de San Juan de la Rambla, primero en lo que se denomina Las Aguas, y luego en el propio pueblo en sí. Debo confesar que jamás, que yo recuerde, había estado en este precioso lugar.
 
 
 
 
Garachico

 
Sí, por el contrario había visitado en bastantes ocasiones el pintoresco pueblo de Garachico, con su peñón como estandarte. El mar seguía embravecido, hasta tal punto, que se había cortado el acceso próximo al paseo que bordea el puerto. Tuvimos que contentarnos con disfrutar de la panorámica lejana, pero muy bella, de este bonito lugar.
 
Buenavista

 
Seguimos nuestra excursión hacia Buenavista. Tampoco nunca, pese a los años vividos en la isla, había estado en este pueblecito, donde adquirimos unos rosquetes renombrados en la zona.

Teno Alto

 
Indescriptible subida por una carretera de montaña, entre brumas, a este sitio. Aunque por supuesto, para mí no era ningún descubrimiento, la climatología de este paraje, en comparación con otros emplazamientos de la isla, venía a corroborar sin duda alguna lo que tantas veces se ha dicho sobre la isla de Tenerife: un continente en miniatura.

 
Aporto unas pocas fotos que pueden dar una pequeña idea de lo que escribo. Fantástica la de las gallinas en libertad, o esa, casi onírica, del mago con su rebaño de cabras, perdiéndose entre la niebla.

 
Aquí, en una típica venta, comimos carne de cabrito y unos quesillos (flan) de postre sabrosísimos.

Santiago del Teide
 
Descendimos en dirección a Santiago del Teide. A medida que bajábamos por la carretera, la bruma iba dejando paso al sol. El Teide, nevado en su cumbre, se nos mostraba majestuoso por el lado menos conocido.

 
Cuando llegamos al pueblo, repusimos fuerzas con un té en un bar, donde realizamos la consabida “parada técnica”.

 
El fin de fiesta fue una sorpresa. La que tuvimos al visitar la iglesia, donde pudimos disfrutar de unos bellos villancicos interpretados por una maravillosa soprano, tal vez belga flamenca, ya que cantaba en francés con un ligero acento.

 
Viernes, 27 de diciembre de 2013

La mañana fue de absoluto reposo, únicamente roto por una salida al supermercado, donde Paulino y yo adquirimos un pulpo de unos 4 kilos, si mal no recuerdo, y que mi cuñada Eva, cocinó “a feira”. Sensacional.

Por la tarde/noche, Paulino nos llevó en coche a La Laguna a Marisa y a mí. Allí habíamos quedado con Charo y Javier. Se trataba de mi despedida, puesto que al día siguiente regresaba a Madrid.

 
Nos apeamos del coche en la plaza del Adelantado, y desde allí nos dirigimos paseando hacia el Bar Carrera. Cuando llegamos, a través de la cristalera que daba a la acera, mi sorpresa es mayúscula. En la mesa pegada al cristal, desde la que se divisaba a los paseantes, pero también era el centro de atención de éstos, vislumbro a dos de mis amigos de la infancia/juventud. Carlos Pérez Hamilton y Carlos Hafner, este último, acompañado de su hermano Eddy, al que hacía décadas que no veía.

 
Marisa y yo entramos en el bar y me dirigí a la mesa de “los Carlos…”. Si grande fue mi sorpresa al descubrirlos a ellos, mayor aún fue la que ellos tuvieron. Nos dimos fuertes y sentidos abrazos y estuvimos charlando de tiempos pretéritos hasta que llegaron Charo y Javier.

Pasadas las nueve de la noche me despedí de mis hermanas y de mi cuñado. Marisa se quedaba en casa de Charo y Javier, como al parecer solía hacer los viernes. Regresé a Santa Cruz en un taxi.

 
Sábado, 28 de diciembre de 2013

En la mañana de mi último día en la isla, fuimos a desayunar al borde del mar, en Candelaria, chocolate con churros. Aquí, en este bonito pueblo, compré unos pequeños recuerdos para la familia y los amigos.

Luego, dimos un paseo por sus calles con sabor a otros tiempos, y nos acercamos hasta la basílica donde reposan los restos del que fue obispo de la diócesis nivariense, el muy querido don Domingo Pérez Cáceres, fallecido en el verano de 1961, y del que recuerdo su multitudinario entierro, desde la catedral de La Laguna.

Despedida y regreso a Madrid

Comimos pronto en casa de mis hermanos, sobre la una y media. Dimos cuenta de lo que aún quedaba del soberbio pulpo, así como de chacina y quesos… El prodigioso clima canario nos permitió que el almuerzo tuviera lugar en el jardín, donde teníamos la compañía de Dexter, 18 años, que el pobre, en consonancia con su edad, anda ya muy mal de casi todos los sentidos, vista, oído e incluso olfato…

Eva y Paulino me acercaron al aeropuerto del sur, y allí nos despedimos hasta la próxima ocasión…

El vuelo de RYANAIR despegó a su hora, y como ya he dicho al principio de este relato, aterrizó en Madrid con adelanto a la hora prevista, dando lugar a que sonara la “trompetilla”.

Aquí, en Madrid, me esperaba mi hija Marisa. Juntos regresamos a Las Rozas. Durante el trayecto, le fui contando todos los detalles de mi estancia canaria y lo bien que lo había pasado.

¿Volveré a repetir una Navidad canaria?


Juan José Alonso Panero

Las Rozas de Madrid, 6 de enero de 2014, día de Reyes.