NAVIDAD EN TENERIFE
Todos
los años, al acercarse las fechas navideñas, mi amiga Celia, siempre me sugería la
posibilidad de pasar esos días tan familiares con mis hermanos, en Tenerife.
Por unas causas o por otras (pereza a la hora de efectuar el viaje, indecisión…),
siempre había desistido de hacerle caso. En esta ocasión, me dije que era el
momento.
Una
vez decidido, quedaba por concretar las fechas, a fin de rentabilizar al máximo
los pocos días de vacaciones que me quedaban tras el esquilme efectuado por el
innombrable ministro de Hacienda y Administraciones Públicas y su secuaz
secretario de estado.
El
paso siguiente fue ponerme en contacto con uno de mis dos ángeles de la guarda
para todo lo relativo a cuestiones informáticas: mi hermano Paulino
(el otro ángel es mi hijo Mariano).
Dado
que hoy en día todo se efectúa a través del ordenador, se trataba de hacerme
con un billete de avión para Tenerife. Aunque me manejo relativamente bien en
este campo, a nivel de usuario, todo lo relacionado con Internet es ya otra
cosa.
Paulino actuó como siempre: eficaz y
rápidamente. Conectados a través de la línea telefónica fuimos explorando todas
las posibilidades. Al final, lo más conveniente, tanto por horario como, sobre
todo, por precio, era efectuar el viaje en RYANAIR.
Acostumbrado
a mis cómodos viajes de trabajo a Bruselas en BRUSSELS, las restricciones
impuestas por RYANAIR parecían, en un primer momento, una auténtica tortura. No
obstante, y antes de que se me olvide, quiero dejar constancia que todo el
personal de la compañía fue siempre amabilísimo, y tanto el trayecto de ida
como el de vuelta se desarrollaron con una puntualidad cercana a la perfección.
En el de regreso a Madrid, al adelantarnos al horario de aterrizaje previsto,
sonó la “trompetilla”. Los usuarios de la compañía saben bien a lo que me
refiero.
Por
último, y en lo relativo a este apartado, no quiero dejar de mencionar que
nunca le agradeceré suficientemente a la güera (frecuente usuaria de RYANAIR), su
recomendación de gastarme 14 euros adicionales y disfrutar de la modalidad de
“prioridad”. Ello me supuso, entre otras ventajas, el no tener que hacer, para
el embarque, la cola de pie. Gracias, Celia.
Lunes 23 de
diciembre de 2013, el viaje
El
lunes 23 por la mañana fui al ministerio, regresé a casa después de comer, y en
la tarde, con mi trolley a cuestas, me dirigí al aeropuerto de Barajas, terminal
1. Lo hice desde la puerta de casa, primero en autobús, y luego en Metro hasta
la misma terminal. Recordando tiempos pretéritos, pensaba que los habitantes de
Madrid, nunca valoramos en lo que vale el disponer de uno de los transportes
públicos mejores del mundo.
A
las 23:30 hora canaria (para mí, que venía de la España peninsular, una hora
más) aterricé en el aeropuerto de Tenerife Sur. Habría preferido, por una
cuestión sentimental, el de Los Rodeos, tan cercano en mi imaginación a mi
idílica infancia y primera juventud tinerfeña, pero las combinaciones horarias
mandaban.
Me esperaban mi hermano Paulino y mi cuñada Eva, y con ellos efectué el trayecto, unos
Las fotografías
Las
restricciones impuestas en el equipaje al viajar en RYANAIR, conllevaban un
terrible castigo. No podía llevar las dos cámaras profesionales que utilizo
habitualmente en los últimos años, la Leica M 9-P digital y la Contax G 2 analógica. De modo que me tuve que conformar con la pequeña
(ocupa lo que un paquete de tabaco) Contax
U4R digital, que pese a sus carencias, realiza unas magníficas fotografías
a través de su objetivo Zeiss.
Así
pues, todas las fotos (excepción hecha de las antiguas que incluyo en este
relato y las realizadas por mi hermana Charo con su móvil) están tomadas con esta cámara. Lo que más me “duele” (posiblemente otra
de mis muchas manías) es que las imágenes no están plasmadas en 24x36, es decir
el clásico tamaño del negativo de 35mm de toda la vida, y que hoy en día, en
las digitales, se denomina “full format” y que sí tiene la
Leica M 9-P.
Martes 24 de
diciembre de 2013
En
la mañana de este día, Eva y Paulino me prepararon una bonita excursión.
Querían que en esta ocasión, visitara lugares que, se suponía, jamás había
visto con anterioridad.
Como
saben bien quienes me conocen, viví mis primeros 15 años en Santa Cruz de Tenerife,
durante mucho tiempo seguí pasando los veranos en la isla, e incluso, tras haber
ganado mis oposiciones como funcionario del estado, estuve allí destinado en
1972. Luego, aún en vida de mis padres, visité muchas veces esta tierra en
unión de mi esposa y mis hijos. Pero hacía ya seis años largos (la vez anterior
fue en septiembre de 2006) que no ponía los pies en Canarias.
Pues
bien, pese a mi cercanía a esta maravillosa isla, había aún lugares que
desconocía, y a ellos me iban a acercar Eva y Paulino.
Arafo, Güímar,
Arico el Nuevo y el Porís de Abona
Subimos
en el Renault descapotable de mi
hermano, y tras la tormentosa salida del garaje (ángulo de 90 grados), nos
dirigimos, por la autovía del sur, hacia nuestro destino.
El
primer punto en el que paramos, fue Arafo. Sinceramente, no recuerdo haber
estado nunca en este precioso pueblo. Arafo siempre estaba unido en mi
pensamiento, a una de mis amigas de adolescencia, María José, que, aunque siempre
la relacioné con Santa Cruz, y por supuesto el Puerto de la Cruz con su preciosa casa
entre plataneras, ella hablaba mucho de Arafo, de donde creo recordar que era
su padre, y a donde iba alguna que otra vez.
Claro
que, quien no haya vivido con conciencia los años 50 y 60 del pasado siglo, no
puede hacerse una idea de lo que en esos tiempos suponía desplazarse por las
carreteras del sur de la isla. A título de ejemplo, el ir desde Santa Cruz a
Candelaria, distante unos 20
kilómetros , era casi una aventura…
Tras
pasear por las bonitas calles de Arafo, nos detuvimos en Güímar, renombrado
enclave en el sur de la isla. Luego, nos dirigimos hacia Arico el Nuevo. El
lugar, muy bonito y de casas blancas, parecía un pueblo fantasma. Recorrimos
sus silenciosas calles donde seguí tomando fotos para guardar en el recuerdo.
La
excursión la terminamos junto al mar, en el Porís de Abona. Mi hermano Paulino,
enamorado de su faro, quería disfrutar de la magnífica vista que nos ofrecía un
pequeño bar situado junto al mar. Aquí, en una mañana de Nochebuena atípica
para mí, en mangas de camisa, como puede apreciarse en las fotografías,
almorzamos unas raciones de comida estupendas, incluyendo unos fantásticos
langostinos.
Para
bajar la abundante ingesta, dimos un paseo por el pueblo, disfrutando de la
maravillosa visión del cercano mar, y, en lo que a mí respecta, absorbiendo con
fruición el marino olor que traía a mi memoria recuerdos infantiles.
Como
siempre, desde hacía ya muchos años, mis hermanos solían celebrar la Nochebuena en la casa
de Eva
y Paulino.
En esta ocasión me unía yo a la fiesta. Mientras esperábamos la llegada de
nuestras hermanas, traté de recordar la última vez que había pasado la Nochebuena en Tenerife.
Hice memoria y puse una fecha: 1974 en la casa de mis padres, calle del
Castillo. Mariano
tenía un año y Eloísa
estaba embarazada de Marisa.
Un recuerdo al pasado
En
un día tan especial como la
Nochebuena , me vienen a la memoria aquellos tiempos pasados
de mi infancia, en que las rondallas típicas canarias, con guitarras,
mandolinas, timples y panderetas, tocaban y cantaban maravillosamente por fuera
de la casa de mis padres, en Santa Cruz, un villancico único, autóctono, “Lo
Divino”. Al recordarlo se me eriza la piel. Esos momentos, esas cálidas noches
canarias de vísperas de Navidad, jamás se me olvidarán. Desde una pequeña
terraza, antesala de la puerta de entrada de nuestra casa, recuerdo escuchar
con auténtica veneración el canto de la rondalla, que en una calle
absolutamente vacía de coches, elevaba sus cantos al tibio cielo tinerfeño.
La cena
Llegaron
mis hermanas a la hora prevista, algo que antaño se podía considerar como
inusitado, pero que en los últimos tiempos parece que es más habitual. Charo
venía acompañada de su marido Javier. A Marisa, viuda desde hacía unos meses tras el
fallecimiento de mi cuñado Quang, fue a recogerla Eva. Con Paulino hijo éramos siete a la
mesa.
Independientemente
de los regalos que aportó Papá Noel, mi hermana Marisa me traía con el mayor
cariño, para engrosar mi colección, la cámara réflex Canon FX que había pertenecido a su marido.
Es
difícil describir las viandas que adornaron la maravillosa cena, un surtido de quesos soberbio, jamón
ibérico, chorizo, cecina, lomo, un tartar de salmón que aportaba Marisa,
y de remate un conejo al salmorejo guisado por mi cuñada Eva. Además, no me puedo olvidar
de las papas “arrugás” que con el mayor amor había cocinado Paulino,
exquisitas. La fantástica cena la regamos con tres botellas de rioja y otras
tres de champán, y digo champán, porque, por supuesto, era francés. Terminado
que hubimos las botellas del vecino país, dimos cuenta de otras dos de cava
valenciano.
Tras
la correspondiente entrega de regalos para todos, comenzamos un fin de fiesta
en el que mi hermano y yo acabamos tocando, él la gaita (nunca le había visto
hacerlo hasta ese día) y yo la guitarra.Cuando nos fuimos a la cama, eran las seis de la mañana. Casi, casi, ni de joven me había acostado nunca a esa hora. Fue una maravillosa velada de la que todos disfrutamos en igual medida. Yo, hacía mucho tiempo que no lo pasaba tan bien.
Miércoles, 25 de
diciembre de 2013
La
mañana de este día fue de absoluto reposo para tratar de reponernos, hasta
donde fuera posible, de los excesos realizados la noche anterior.
La comida de Navidad
en La
Laguna
Eva, Paulino, Marisa y yo subimos en coche a La Laguna para reunirnos allí
con Charo y
Javier.
La comida de Navidad la realizamos en el casino de la ciudad, que tras los
excesos de la noche de ayer, fue bastante comedida.
Tras
el almuerzo, dimos un paseo muy agradable por esta maravillosa ciudad,
patrimonio de la humanidad.
Para
mí, La Laguna
es muy especial. Algún día trataré de plasmar en letra impresa lo que supuso en
mi vida. Me es muy difícil describir aquellos veranos laguneros con bicicleta
en los años de adolescencia. Tal vez en algún momento de inspiración logre
aproximarme a lo que siento y no sé dibujar. Como adelanto, me atrevo a incluir
aquí dos fotos de época del chalé que mis padres poseyeron en la ciudad de
Aguere.
Paseamos
por la calle de la Carrera ,
hoy en día peatonal, al igual que la de Herradores y la de San Agustín.
Visitamos la sobria y maravillosa iglesia de la Concepción , y tras
pasar por la plaza de la Junta Suprema ,
bajamos por la calle de San Agustín, donde nos detuvimos en la casa Salazar, el
palacio episcopal. Cada rincón lagunero me traía recuerdos sin límite.
Terminamos
el recorrido en la casa de Charo y Javier, un pequeño museo imposible de
describir. Mi cuñado Javier, sabiendo de mi afición por las cámaras
antiguas, aportó dos a mi colección, una Olympus
Pen y una Agfa Box.
Jueves, 26 de
diciembre de 2013
Este
día teníamos prevista una gran excursión, prácticamente una vuelta a la isla.
Cuando regresamos a Santa Cruz, habíamos hecho 240 kilómetros .
San Juan
de la Rambla
Los
excursionistas, Eva,
Paulino,
Marisa y
yo, nos situamos en el descapotable de mis hermanos, e iniciamos un recorrido
con parada inicial en el pueblo de San Juan de la Rambla , primero en lo que
se denomina Las Aguas, y luego en el propio pueblo en sí. Debo confesar que
jamás, que yo recuerde, había estado en este precioso lugar.
Garachico
Sí,
por el contrario había visitado en bastantes ocasiones el pintoresco pueblo de
Garachico, con su peñón como estandarte. El mar seguía embravecido, hasta tal
punto, que se había cortado el acceso próximo al paseo que bordea el puerto.
Tuvimos que contentarnos con disfrutar de la panorámica lejana, pero muy bella,
de este bonito lugar.
Buenavista
Seguimos
nuestra excursión hacia Buenavista. Tampoco nunca, pese a los años vividos en
la isla, había estado en este pueblecito, donde adquirimos unos rosquetes
renombrados en la zona.
Teno
Alto
Indescriptible
subida por una carretera de montaña, entre brumas, a este sitio. Aunque por
supuesto, para mí no era ningún descubrimiento, la climatología de este paraje, en comparación con otros emplazamientos de la isla, venía a corroborar sin duda
alguna lo que tantas veces se ha dicho sobre la isla de Tenerife: un
continente en miniatura.
Aporto
unas pocas fotos que pueden dar una pequeña idea de lo que escribo. Fantástica
la de las gallinas en libertad, o esa, casi onírica, del mago con su rebaño de
cabras, perdiéndose entre la niebla.
Aquí,
en una típica venta, comimos carne de cabrito y unos quesillos (flan) de postre sabrosísimos.
Santiago
del Teide
Descendimos
en dirección a Santiago del Teide. A medida que bajábamos por la carretera, la
bruma iba dejando paso al sol. El Teide, nevado en su cumbre, se nos mostraba
majestuoso por el lado menos conocido.
Cuando
llegamos al pueblo, repusimos fuerzas con un té en un bar, donde realizamos la
consabida “parada técnica”.
El
fin de fiesta fue una sorpresa. La que tuvimos al visitar la iglesia, donde
pudimos disfrutar de unos bellos villancicos interpretados por una maravillosa
soprano, tal vez belga flamenca, ya que cantaba en francés con un ligero
acento.
Viernes, 27 de
diciembre de 2013
La
mañana fue de absoluto reposo, únicamente roto por una salida al supermercado,
donde Paulino
y yo adquirimos un pulpo de unos 4 kilos, si mal no recuerdo, y que mi cuñada Eva,
cocinó “a feira”. Sensacional.
Por
la tarde/noche, Paulino
nos llevó en coche a La Laguna
a Marisa
y a mí. Allí habíamos quedado con Charo y Javier. Se trataba de mi despedida, puesto que
al día siguiente regresaba a Madrid.
Nos
apeamos del coche en la plaza del Adelantado, y desde allí nos dirigimos
paseando hacia el Bar Carrera. Cuando llegamos, a través de la cristalera que
daba a la acera, mi sorpresa es mayúscula. En la mesa pegada al cristal, desde
la que se divisaba a los paseantes, pero también era el centro de atención de
éstos, vislumbro a dos de mis amigos de la infancia/juventud. Carlos Pérez Hamilton
y Carlos Hafner,
este último, acompañado de su hermano Eddy, al que hacía décadas que no veía.
Marisa y yo entramos en el bar y me dirigí
a la mesa de “los Carlos…”. Si grande fue mi sorpresa al descubrirlos a ellos,
mayor aún fue la que ellos tuvieron. Nos dimos fuertes y sentidos abrazos y
estuvimos charlando de tiempos pretéritos hasta que llegaron Charo
y Javier.
Pasadas
las nueve de la noche me despedí de mis hermanas y de mi cuñado. Marisa
se quedaba en casa de Charo y Javier, como al parecer solía hacer los
viernes. Regresé a Santa Cruz en un taxi.
Sábado, 28 de
diciembre de 2013
En
la mañana de mi último día en la isla, fuimos a desayunar al borde del mar, en
Candelaria, chocolate con churros. Aquí, en este bonito pueblo, compré unos
pequeños recuerdos para la familia y los amigos.
Luego,
dimos un paseo por sus calles con sabor a otros tiempos, y nos acercamos hasta
la basílica donde reposan los restos del que fue obispo de la diócesis
nivariense, el muy querido don Domingo Pérez Cáceres, fallecido en el verano
de 1961, y del que recuerdo su multitudinario entierro, desde la catedral de La Laguna.
Despedida y regreso a
Madrid
Comimos
pronto en casa de mis hermanos, sobre la una y media. Dimos cuenta de lo que
aún quedaba del soberbio pulpo, así como de chacina y quesos… El prodigioso
clima canario nos permitió que el almuerzo tuviera lugar en el jardín, donde
teníamos la compañía de Dexter, 18 años, que el pobre, en consonancia con su
edad, anda ya muy mal de casi todos los sentidos, vista, oído e incluso olfato…
Eva y Paulino me acercaron al
aeropuerto del sur, y allí nos despedimos hasta la próxima ocasión…
El
vuelo de RYANAIR despegó a su hora, y como ya he dicho al principio de este
relato, aterrizó en Madrid con adelanto a la hora prevista, dando lugar a que
sonara la “trompetilla”.
Aquí,
en Madrid, me esperaba mi hija Marisa. Juntos regresamos a Las Rozas. Durante
el trayecto, le fui contando todos los detalles de mi estancia canaria y lo
bien que lo había pasado.
¿Volveré
a repetir una Navidad canaria?
Juan
José Alonso Panero
Las
Rozas de Madrid, 6 de enero de 2014, día de Reyes.