sábado, 2 de septiembre de 2017

LA SIERRA DE MADRID. EL PAULAR


El viernes 18 del pasado mes de agosto efectué una excursión de un día con mi amigo Pedro a la sierra de Madrid. La idea partió de Pedro, que me propuso recorrer unos lugares a los que pese a la cercanía con mi zona de residencia, jamás había yo visitado. En mi descargo tengo que apuntar que los 20 años que pasé en el extranjero en mis diferentes destinos pesan lo suyo.

Antes de seguir adelante, dos puntualizaciones. La primera se refiere a los comentarios cultos del relato. Para llevarlos a cabo me serví de dos guías: Guía de Madrid de El País Aguilar y Guía Total de Madrid y su entorno de Anaya Touring Club.

La segunda puntualización se refiere a las fotos del reportaje. Todas ellas fueron tomadas con una Leica M9-P y dos objetivos Leica, Elmarit 28mm f/2,8 y Summicron 50 mm f/2,0.

Así pues, a las 10:00 de la mañana me recogió Pedro en la puerta de mi urbanización con su flamante y casi recién estrenado BMW 120i automático que aún olía a nuevo.

Tomamos la autovía A6 y luego nos desviamos en dirección a Colmenar Viejo para dirigirnos a nuestro primer punto de parada, Miraflores de la Sierra.

Miraflores de la Sierra

A 50 Km de Madrid y 21 de Colmenar Viejo en altitud de 1.150 metros.


Parece ser que en el siglo XIII era un lugar repoblado por pastores segovianos. Su anterior nombre era bien distinto al actual, porque se llamaba Porquerizas. Fue la reina Isabel II, que viajaba camino de El Paular, quien la llamó Miraflores por su sorpresa de ver allí flores, en invierno y en la sierra.

Hasta hace unos años había un viejísimo olmo en la plaza, cantado por Vicente Aleixandre, que desde pequeño pasaba muchos veranos en la villa.


Tiene Miraflores un casco antiguo de calles en cuesta y casas de piedra y también muchas fuentes, hasta 20, siendo la más conocida la Fuente Nueva, que es del siglo XVII, donde es costumbre que se meta –antes se le tiraba- el alcalde en las fiestas de la Asunción.

La Iglesia parroquial que conserva sólo del pasado su cabecera gótica realizada en 1557, es de estilos diversos, predominando el neoclásico.


Desde hace ya muchos años se ha convertido en un centro veraniego de gran atracción, lo que ha aumentado su caserío y dotado de hotelitos ajardinados utilizados como segunda residencia. A 9 Km del pueblo está el Puerto de la Morcuera, uno de los pasos del Guadarrama, que comunica con la meseta norte, cercano el Pico de la Najarra (2.106 m).


Aquí, en Miraflores hicimos un alto y nos sentamos en una terraza para degustar un café mientras observamos las numerosas banderitas y adornos de papel (y que son visibles en todas las fotos de Miraflores que adornan este relato) que llenaban el lugar por las fiestas de la Asunción recién celebradas.


Reiniciamos nuestro camino y tras detenernos en un precioso bosque donde predominaba la calma más absoluta y el silencio era rey, continuamos camino de Lozoya, donde hicimos un alto de apenas 10 minutos para proseguir camino de Rascafría.
Rascafría


Arribamos a esta pequeña localidad situada a la entrada del valle del Lozoya, al pie de Peñalara, a una altitud de 1.200 metros y con 1.800 habitantes. El reloj marcaba las 12:30 horas cuando iniciamos un pequeño paseo por el pueblo.


Fue uno de los cuatro “quiñones” (sistema de producción agrícola basado en el reparto de las tierras con el objetivo de sembrarlas y cosecharlas) fundados en el valle por los segovianos en 1302 y patria chica de Rodrigo Gil de Hontañón, el gran arquitecto del siglo XVI. La iglesia parroquial de San Andrés es de finales del siglo XV, construyéndose la torre a partir de 1561 y el chapitel después de la guerra civil. Contiene una magnífica colección de tallas de diferentes épocas, algunas procedentes de El Paular.


Visitamos, como no podía ser menos, la iglesia de San Andrés y luego, tal como he comentado, hicimos un corto recorrido por el pueblo deteniéndonos en la gran plaza del Ayuntamiento.


Aquí, en este punto, tengo que hacer un inciso en la historia. Mi compañero y sin embargo íntimo amigo desde hace ya innumerables años Emilio González Santiago, actualmente destinado como agregado comercial de España en Pekin, es natural de esta localidad madrileña, de la cual le oía hablar muchas veces sin que yo pudiera opinar al respecto, pues no la conocía. Ahora ya puedo decirle que me pareció un bonito y recoleto pueblo donde, al igual que en Miraflores, se respira el aire del veraneante. Como cierre a esta pequeña digresión, diré que envié las fotografías de la iglesia y el ayuntamiento a Emilio; me contesto diciéndome que en la iglesia lo habían bautizado y que de niño jugaba en la gran plaza del Ayuntamiento.


Sobre las 13:30, hora aún temprana para lo que se estila en España, nos dirigimos a almorzar a un lugar que Pedro conocía, pero cuya ubicación exacta se le resistía, pues él siempre había ido a este sitio desde el camino contrario. Aunque nos equivocamos hasta tres veces, la “cabezonería” de Pedro dio al fin sus frutos y nos encontramos en un hotel restaurante junto al río, donde se respiraba una tranquilidad absoluta. 


Adjunto fotografías aunque siento no recordar su nombre, y Pedro, pese a las bastantes veces que lo ha visitado me dice que él, que es fatal para los nombres, tampoco lo recuerda. Lo siento. Sirva como guía para los viajeros que se encuentra a no más de 1 Km del centro del pueblo, a la izquierda del camino en dirección Madrid, junto al río. Se ve perfectamente desde la carretera.


Aquí, en este restaurante, atendidos amabilísimamente, tomamos un estupendo salmorejo y un fantástico filete, pluma de ibérico. La dueña del hotel, que fue nuestra cordial anfitriona se ofreció a llamar al Paular para saber las horas de visita del monasterio. Una vez efectuada la gestión nos informó que la visita guiada era a las 17:00 horas. Hicimos pues una larga y agradable sobremesa y poco después de las cuatro y media de la tarde nos dirigimos hacia El Paular.

Monasterio de El Paular


A 2 Km de Rascafría y el Puerto de Navacerrada y unido a este pueblo por un camino de viejos olmos, a orillas del río Lozoya. El monasterio fue fundado por Enrique III en 1390, existiendo concesiones reales del rey Juan II. Podemos decir que es una joya cartuja regida actualmente por benedictinos.

Recorrimos los jardines y los lugares visitables haciendo tiempo hasta la hora fijada. Sacamos dos entradas, a 3 € cada una, privilegios de la edad, y esperamos sentados en unos bancos que se encuentran en el atrio hasta las cinco en punto de la tarde, en que un pintoresco benedictino, que nos informó hasta de su edad, 70 años y nos comentó que la comunidad de frailes la componían en la actualidad siete, nos abrió la impresionante puerta de la iglesia de estilo isabelino por la que nos introdujimos en el templo.


Las obras del monasterio se inician en 1390 en el reinado de Enrique III bajo la dirección del arquitecto de la catedral de Toledo Rodrigo Alfonso. Los trabajos de la iglesia comienzan en 1406. Juan II da un nuevo impulso a las obras y más tarde durante el reinado de los Reyes Católicos se hace cargo de ellas Juan Guas, siguiendo en el siglo XVI Gil de Hontañón.


En el siglo XIX se inicia la decadencia de El Paular, rápida y traumática. Primero, la invasión francesa y el decreto de José Bonaparte suprimiendo las órdenes religiosas, y luego, siendo presidente del Consejo de ministros Juan Álvarez de Mendizabal se promulga el decreto de exclaustración y desamortización de los bienes de la Iglesia en 1836. El Estado vende el monasterio y su finca, sus tesoros y sus archivos por poco más de cien mil pesetas. Es la ruina total. Las obras de arte se vilipendian, las estancias del monasterio se convierten en almacén de madera, fábrica de cristales, establos para el ganado, llegando a ser utilizadas para pesebres las ricas cajonerías barrocas del archivo.


En 1876 se declara El Paular monumento nacional histórico artístico, y se realizan tímidas restauraciones. En 1948 se inicia la reconstrucción de la iglesia. En 1954 se entrega el monasterio en usufructo a la orden benedictina.


Antes de llegar a la entrada del monasterio se ve un pequeño claustro gótico de finales del siglo XIV y que corresponde a la primera época de los cartujos. Una portada con escalones nos lleva al atrio, de planta cuadrada, cubierto con bóveda gótica debido con toda seguridad a Juan Guas. Lo más evidente y monumental es la puerta de la iglesia de estilo isabelino que ocupa casi todo el muro de poniente; también es obra de Juan Guas.


La iglesia es de una sola nave y se nos presentan desnudas sus paredes blancas, que antes estuvieron cubiertas de cuadros y retablos, echándose también en falta los ventanales góticos que tuvo y que se suprimieron durante la dudosa restauración del siglo XVIII que llenó de barroco el templo.


Llama poderosamente la atención la espléndida reja de hierro policromado de estilo isabelino, debida al monje rejero del monasterio fray Francisco de Salamanca


Faltan muchas cosas en el templo que fue rico en obras de arte. Sin embargo, sí podemos admirar el extraordinario retablo de 12 m de alto por 9 de ancho que ocupa todo el fondo del presbiterio, tallado en alabastro y posteriormente policromado. Mucho se ha especulado sobre la autoría del retablo y se ha dicho durante tiempo que se trajo de Génova en la época de Juan II. Hoy está demostrado que se talló en el monasterio a finales del siglo XV por artistas de la escuela de Juan Guas. Además de la perfección y calidad de las tallas, el retablo es también una crónica de costumbres de la época de los Reyes Católicos.



En la parte de atrás del altar se encuentra una obra que representa el contraste delirante del Sagrario o Transparente, un trabajo barroco de dos estancias profusamente decoradas con columnas, ángeles, apóstoles, alegorías, etc. realizados con mármoles y pintura de imaginación desbordante, elaborado en 1719 por Francisco Hurtado.



La sacristía, la sala capitular y el refectorio de los monjes conservan piezas de arte interesantes, pero sin duda, el claustro es lo más bello junto con el retablo de la iglesia. El jardín tiene en el centro un templete octogonal con un pilón en el interior, las bóvedas de las crujías y los ventanales tienen arcos conopiales y los arcos formeros son ojivales de estilo isabelino, con algunos detalles de arte mudéjar, que nos dicen que la obra es con toda seguridad de Juan Guas.


Mi guía de Anaya, que es una edición de 2003 indica que no está ya en El Paular la extraordinaria colección de cuadros que poseía, entre ellas una serie de 52 grandes obras de Vicente Carducho que decoraban el claustro. Con seguridad, la última restauración ha traído de vuelta al monasterio los cuadros de Carducho, ya que pudimos admirarlos tal como demuestran las fotografías que incluyo.

Por último, apuntar que es notable un reloj de sol único en España que da las horas babilónicas, o sea, Horae ab Ortu, el día dividido en 24 partes iguales.

Todo lo descrito hasta ahora nos fue mostrado por el monje benedictino, que lo adornó amena y profusamente durante cerca de una hora, el tiempo que duró nuestro recorrido por las diferentes estancias del monasterio.


Sobre las seis de la tarde iniciamos nuestro viaje de vuelta y ya antes de que dieran las siete me depositaba mi amigo Pedro en mi casa de Las Rozas, tras un espléndido día que tengo que agradecerle a él, pues suya fue la idea y suyo el vehículo que me transportó, pero sobre todo lo más importante, la compañía.

Juan José Alonso Panero

Las Rozas de Madrid, 2 de septiembre de 2017