viernes, 14 de noviembre de 2014


CIUDADES IMPERIALES

Praga, Budapest y Viena
 

Este relato que ahora comienzo debería de haber llevado otro título, en concreto, Roma, pero ya se sabe, el hombre propone y Dios dispone. Iba a conocer la ciudad eterna en compañía de mi hermano Paulino y mi cuñada Eva, tal como hice con París y Lisboa, entre otros viajes, y de hecho, teníamos comprado el billete de avión y la reserva de un apartamento durante una semana en un emplazamiento estupendo y a mejor precio, que Paulino, con su maestría habitual en este campo, había conseguido. Al final, se torcieron las cosas y el viaje pasó a mejor vida. En mi caso, casi en el mismo instante tomé la decisión de reemplazar sobre la marcha a Roma. Me acerqué a las oficinas que Viajes  El Corte Inglés tiene en el ministerio, y reservé una plaza para un tour que siempre me había hecho gran ilusión, y que se titulaba igual que yo he denominado a mi historia: Ciudades Imperiales, Praga, Budapest y Viena. No conocía ninguna de las tres capitales, y además, estaba el añadido de un lugar que siempre me había fascinado cuando lo “descubrí” en alguna de las lecturas de mis clásicos del siglo XIX/XX: Karlovy Vary o Carlsbad en su denominación alemana; al fin y al cabo, Alemania se encuentra a 30 kilómetros del lugar.

La víspera del viaje, mi hija Marisa me descargó una aplicación de Special Tours, el mayorista que efectuaba el viaje para El Corte Inglés, de modo que dispuse en mi teléfono móvil de toda la información acerca del tour, itinerarios, hoteles, teléfonos, etc.
 

Domingo, 19 de octubre

Marisa me lleva al aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas, en concreto a la terminal 4. Allí, di gracias a que mi hija se había brindado a acompañarme, ya que pese a que no soy precisamente un neófito en esto de volar, en la T4 me sentí un poco como los personajes que interpretaba Paco Martínez Soria en las películas españolas de los años 70 y 80 del siglo pasado.

Una vez con la tarjeta de embarque en la mano, asiento 28C, y facturada la maleta, me despedí de Marisa. El vuelo de Iberia salió a su hora y el Airbus 321 aterrizó en Praga tras un vuelo apacible.

En la sala de llegada esperaba ya nuestro guía, Alfredo, con el cartel de El Corte Inglés bien visible.

Reunido todo el grupo, unos 40 viajeros, subo al autobús por la puerta del centro. Justo enfrente hay un asiento sin ocupar al lado de un señor de edad próxima a la mía (el tour que yo contraté entraba en la modalidad de “mayores de 60 años”). Le pregunto si está libre. Me dice que sí, y ahí comienza mi amistad con Pedro, pues él también viaja solo.
 

En el hotel, Dorint Don Giovanni, 4 estrellas, me adjudican la habitación 426, amplia, confortable y con un baño espacioso. Tras un primer aseo, quedo con Pedro en el vestíbulo del hotel para dar un paseo, que acaba convirtiéndose en una gran vuelta, hasta la plaza de Wenceslao, ida y regreso andando, unos 6 kilómetros, calculo, 30 minutos de ida y 40 de vuelta, por el camino en subida, más una media hora larga paseando por la plaza.
 

Cena bufé, muy bien dispuesto, basado fundamentalmente en carnes de diferentes tipos. Estupendos los postres, pero sobre todo, recuerdo la fantástica cerveza checa, fresca y sabrosa en una copa de ½ litro. Nos retiramos pronto a descansar, pues al día siguiente estaba previsto que nos levantáramos bien temprano…

 
Lunes, 20 de octubre

Praga
 

 
Pequeña introducción histórica

A fin de “situarnos”, transcribo en unas pocas líneas, entresacadas (igual que haré en lo que concierne a Budapest y Viena) de las Guías de Viajes de El Mundo, denominadas Ocholeguas.com, qué fue y qué es Praga.

Desde 1993 sólo es capital de la República Checa y de la región de Bohemia aunque lo fue de la desaparecida Checoslovaquia desde 1918 (salvo durante la II Guerra Mundial).

Cuenta con 1.200.000 habitantes aunque su área metropolitana alcanza los dos millones.

Su clima es continental con inviernos muy fríos y veranos moderadamente calurosos. Los meses más lluviosos suelen ser abril y septiembre, pero también julio y agosto.

La ciudad está atravesada por el río Moldava, que cuenta a su paso con varias islas y puentes tan famosos como el de Carlos. Desde 1992, su casco histórico es Patrimonio de la Humanidad, convirtiéndose en una de las 20 ciudades más visitadas del mundo.

Fue fundada en el siglo IX en el entorno del actual castillo de Vysherad, alzándose como capital del reino de Bohemia.  El rey Otakar II funda en el siglo XII el barrio del ‘lado pequeño’ o Mala Strana.

Su primera época dorada coincidió con el reinado de Carlos IV, nombrado también emperador del Sacro Imperio Romano (1355). Mandó construir lo que se conoce como Nueva Ciudad o Nové Mesto.

Con Rodolfo II, que también fue emperador, la ciudad vuelve a recuperar su pasado esplendor entre 1576 y 1611. Entre 1648 y 1918 pasó a formar parte del Imperio Austríaco.

Ha sido durante muchos siglos una de las grandes capitales de la música, acogiendo a compositores como Mozart, que aquí compuso Don Giovanni, Dvořák, Martinů, Smetana o Janáček.

Entre 1920 y 1930 fue la capital de una de las diez ‘economías’ más potentes del planeta.

Entre 1939 y 1945, durante la ocupación nazi, fue capital del Protectorado de Bohemia y Moravia. Fue protagonista en 1968 de lo que se conoce como Primavera de Praga, consiguiendo durante unos meses una libertad del régimen comunista que sólo recuperaría de forma definitiva en 1989, a raíz de la Revolución de Terciopelo.

Tras el desayuno, nos situamos todos en el autobús, unos 60 viajeros, ya que a los expedicionarios madrileños, se unían los que también ayer habían aterrizado procedentes de Barcelona. Tenemos suerte con la climatología, pues aunque comenzó lloviznando,  cuando descendimos del autobús, el agua había cesado de caer. El día se mantuvo cubierto, pero ya, sin lluvia.
 

Nos acompañan dos guías locales, Alejandra y Magdalena, ya que por el tamaño del grupo, hay que dividir a los expedicionarios en dos mitades. Quiero dejar constancia del altísimo nivel cultural de ambas guías, además de expresarse en un español impecable, exquisito…

Hago a continuación una breve descripción de nuestras andanzas, relacionando cronológicamente los lugares visitados, con una breve reseña cultural de los mismos. Todo ello lo acompaño con las fotografías que tomé.

Aprovecho la mención que hago de las fotografías, para indicar que las de color fueron tomadas con mi Leica M9-P y dos objetivos, el Summicron 50mm f/2,0 y el Super Elmar 21mm f/3,4. Las de blanco y negro las tomé con la Contax G2 y el zoom Zeiss Vario Sonnar 35-70mm f/3,5-5,6. Utilicé película Ilford 125 ASA.

 
El Barrio Judío
 

Comenzamos nuestro periplo a pie en el antiguo barrio judío, Josefov. Recorrimos sus calles, deteniéndonos en aquellos lugares o monumentos más significativos, tales como la antigua sinagoga, la casa natal de Franz Kafka, o el antiguo cementerio judío. Todo ello muy concentrado en un espacio realmente reducido. Sentí el no disponer de autonomía para visitar el cementerio, y me tuve que conformar con su visión externa, muy deficiente desde el nivel de la calle.
 

Sobrecogen las pequeñas placas metálicas incrustadas en el exterior de algunos edificios, donde están inscritos los nombres de aquellos ciudadanos, de origen judío, que perecieron durante el holocausto nazi.  
 
Puente de Carlos
 

Es el puente más antiguo de Praga, está protegido por tres torres y decorado con 30 estatuas, no todas ellas obras maestras, pero en cualquier caso forman parte de un maravilloso paseo que une las dos partes de la ciudad. Abigarrado de turistas a cualquier hora, hasta el siglo XIX era el único puente de Praga que cruzaba el río Moldava. Durante medio milenio, el puente no tuvo nombre, y solo era conocido como el puente de Piedra, hasta que en 1870 pasó a llamarse como su promotor, Carlos IV, emperador católico y rey de Bohemia.
 

La parte negra de la historia también tiene su protagonismo en el puente de Carlos. Por aquí desfilaron en 1939 las tropas de las SS alemanas, al igual que también lo hizo la milicia comunista en el golpe de Estado de 1948.
 

Me las veo y deseo para poder tomar alguna fotografía medianamente válida. Entre la multitud de viandantes que pueblan el puente, y las prisas de nuestra guía, apenas dispongo de algún minuto para disparar mis cámaras.

Nos dirigimos luego al lugar con seguridad más visitado de Praga, donde se ubica el famoso reloj astronómico. 

Plaza de la Ciudad Vieja
 

Staré Město, que quiere decir Ciudad Vieja, tiene su centro neurálgico en su espléndida plaza, donde destaca La Iglesia de Týn, la iglesia gótica más espectacular de Praga. Fue uno de los símbolos del movimiento husita aunque ahora vuelve a ser de culto católico. También, el Ayuntamiento Viejo. Su elemento más famoso es el reloj astronómico de 1410, el más antiguo de Europa, donde cada hora aparecen una serie de figuras articuladas. El original propósito de este reloj no era que marcase la hora exacta, sino mostrar el estado del universo, la posición y el movimiento de las estrellas y planetas, así como su impacto astrológico en la vida cotidiana.
 

También aquí se encuentra el monumento a Jan Hus (1370-1415), héroe de la religión reformista checa. La estatua, realizada por el escultor Ladislav Saloun fue erigida en 1915 para celebrar el 500 aniversario de la quema de Hus en la hoguera, acusado de herejía.
 

Tuvimos un reposo de una media hora, que Pedro y yo aprovechamos, tras las consabidas fotos de rigor (casi imposibles de hacer por la inmensa multitud presente a cualquier hora), para tomarnos un café en uno de los establecimientos que rodean la zona. 

Plaza de Wenceslao
 

Nos dirigimos luego hacia este lugar, que ya había visitado, aunque muy someramente, en la tarde de ayer. Centro comercial de la ciudad, coronado por la estatua de San Wenceslao, patrón de Bohemia, ha sido escenario en los años 60 del pasado siglo, de la llamada Primavera de Praga, con abrupto final en agosto de 1968 cuando la Unión Soviética lideró una invasión de las fuerzas del Pacto de Varsovia (y que yo, entonces joven estudiante, recuerdo muy bien). También aquí tuvo su inicio la Revolución de Terciopelo en 1989, y que los checos siempre recordarán como el año de la liberación de la Europa del Este.
 

En este punto, como vulgarmente se dice “perdí el norte” haciendo fotos, y no acabé extraviado (fue el primer conato que luego terminaría haciéndose realidad) gracias a Pedro, que acudió en mi auxilio.
 

Realizamos el almuerzo a las 12:45 en un típico restaurante checo, Novomesti Pivovar. Sobre la una y media habíamos finalizado de comer, y nos disponíamos a efectuar el recorrido de la tarde, una excursión opcional, denominada Praga Santa, a la que prácticamente nos habíamos apuntado el total de los viajeros.
 

Hacia las 14:00 arrancó nuestro autobús, que nos llevó al denominado Barrio del Castillo, donde íbamos a visitar la catedral de San Vito, la basílica de San Jorge, el Palacio Real, el Callejón del Oro y el Niño Jesús de Praga. Todos los monumentos citados se encuentran englobados en el llamado
 
 

Castillo de Praga
 

Construido entre el siglo IX y el XX, con 570 metros de largo y 130 de anchura media, está considerada la mayor fortaleza medieval del mundo. Es la residencia oficial, desde 1918, del presidente de la República. Sigue pues siendo el símbolo tradicional del poder estatal. Aquí se coronaba a los reyes y juraban los presidentes. Como recuerdo negro, desde una de las ventanas del primer piso, Hitler proclamó el protectorado de Bohemia y Moravia. El régimen comunista que rigió Checoslovaquia hasta la caída del muro de Berlín, lo mantuvo cerrado, hasta que en 1990 el presidente Václav Havel abrió sus puertas.
 

Del recorrido que efectuamos a través de las diferentes estancias del palacio, llamaba poderosamente la atención el salón Vladislav, tan grande, que según nos comentó nuestra guía, si la climatología era adversa en el exterior, hasta se utilizaba para la celebración de  torneos.

Aunque en teoría estaba prohibido el realizar fotografías en este lugar, me las ingenié para captar alguna medianamente aceptable, como la que ilustra este comentario. 

Catedral de San Vito
 

Las agujas góticas de la catedral, asentadas en lo alto de la capital, no solo confieren dramatismo al perfil del Castillo de Praga, sino que, además, se vislumbran desde cualquier lugar en que uno se encuentre. Al ser la iglesia de los reyes y emperadores bohemios, se considera la guardiana de los tesoros sagrados, símbolos de las luchas políticas.
 

Las obras de la catedral se iniciaron en 1344, después que Carlos IV persuadiera al Papa, exiliado en Aviñón, de la necesidad de concederle a Praga el estatus de archidiócesis. Oficialmente, las obras concluyeron en 1929 para celebrar el 1.000 aniversario de la muerte del patrón de la ciudad, St Václav (San Wenceslao).
 

Si su exterior impresiona, no le va a la zaga su interior, realmente apabullante en su grandiosidad, bellamente iluminado a través de los colores de sus vidrieras de estaño.

El tesoro más preciado de la catedral es la capilla de San Wenceslao, donde se encuentra la tumba de Carlos IV. 

Basílica de San Jorge
 

Tras su bella fachada barroca, la iglesia de San Jorge se revela como más antigua incluso que la catedral de San Vito.
 

A mí, admirador sin fisuras del arte románico, me deslumbra su interior, restaurado para conservar la estructura románica de 1142. Tras la abrumadora grandeza de la catedral praguense, quedé absorto y admirado ante la sencilla belleza de este templo. 

Callejón del Oro. Me pierdo

Originaria del siglo XVI, con casas de piedra mayormente levantadas en el siglo XVIII, esta legendaria calle de alquimistas, arqueros, indigentes, vendedores ambulantes y poetas, está hoy en día poblada de turistas. Apenas se puede dar un paso, y se hace del todo punto imposible el tomar alguna fotografía.

Aquí, en el nº 22, Franz Kafka acudió, en 1916, a trabajar de noche en la casa de su hermana Ottla. Describió la calle en su obra El castillo.
 


Según salíamos del Callejón del Oro, sobre las 17:30, vislumbré un fantástico mirador, abigarrado, a tope de turistas, esencialmente jóvenes estudiantes. Me pareció el lugar perfecto para tener una visión de la ciudad de Praga a nuestros pies. Pedro me dijo que no me preocupara, que él vigilaría que no se alejara el grupo. Pienso que no gasté más de un par de minutos en disparar mis cámaras, y aunque Pedro, con posterioridad, me dijo que había tratado de “frenar” a nuestra guía, cuando me di cuenta, el grupo había desaparecido. Dispusimos durante todo el viaje de un audífono que nos conectaba con la guía. Mientras hacía las fotos, escuchaba a Alejandra cada vez con más dificultad, hasta que dejé de escucharla, con seguridad debido a su alejamiento. Esta circunstancia me dio el primer aviso de que las cosas “no iban bien”.
 

Aprovecho la ocasión para dejar por escrito, que en estas circunstancias, la lógica aconseja el quedarse en el lugar exacto que el excursionista ocupaba, no moverse. Quien escribe estas líneas no siguió esta recomendación. Elegí, pues, lo inadecuado, y para peor suerte, tomé el camino equivocado. Bajé como un poseso por una senda peatonal que terminaba al cabo de unos 500 metros al pie de la carretera, y por la que discurrían gran cantidad de turistas, pero ninguno de mi grupo. Al llegar abajo, hice el camino inverso y subí de nuevo hacia el punto donde perdí el contacto con mis compañeros. Llegué casi sin resuello. Esperé algún minuto más, exploré a mi alrededor, y dada la situación, no me demoré más, volví a bajar y tuve la suerte de encontrar un taxi que me cobró 14 euros (parece que lo habitual era alrededor de 12, de modo que no me “engañó demasiado”) y me depositó en el hotel a las 17:30. Tan solo había perdido la última visita del día, el Niño Jesús de Praga.

Antes de subir a mi habitación, dejé nota en la recepción de que había “aterrizado”. A las siete de la tarde me llamó Alfredo, que acaba de llegar con toda la expedición. Luego, fue Pedro el que se acercó a mi habitación para comentarme que no fui el único que se perdió; también lo hizo otra excursionista. Según me comentó mi amigo, el pobre Alfredo lo pasó fatal tratando de recuperar a los dos viajeros “extraviados”.

A las 20:00, cuando bajé a cenar, le comenté a nuestro guía que no se preocupara. En ningún momento se me ocurrió llamar a Madrid (disponía de un teléfono de emergencia en la aplicación que mi hija me instaló en el móvil). El fallo estuvo en que Pedro y yo no nos habíamos intercambiado los números de nuestros teléfonos. A partir de ese instante enmendamos el error.

Cenamos muy bien, unas carnes exquisitas. Junto a Pedro y a mí, se sientan José y Mª Ángeles, un matrimonio residente en Corbera (Barcelona), castellonense él y granadina ella. Ahí comenzó la amistad entre los cuatro.

Recapitulando acerca de mi “pérdida”, creo sinceramente que la culpa no fue solo mía. En casos así, casi siempre el error suele ser compartido, y desde luego, nuestra guía, Alejandra, iba, en expresión coloquial “como una moto”.

 
Martes, 21 de octubre
 
Karlovy Vary
 

Hoy íbamos a pasar todo el día en Karlovy Vary (Carlsbad, en alemán). Salimos del hotel a las 08:20 con parada técnica a las 10:15.

A mitad de camino, más o menos, nuestra guía nos indicó el lugar por el que transitábamos, Los Sudetes. Era este un  nombre que había visto cientos de veces en los libros de historia, pero que nunca había llegado a situar con exactitud en un mapa. Transcurríamos por la histórica zona que había sido el primer punto que reclamó Adolf Hitler para su “gran Alemania”, y en el que cedieron las denominadas democracias occidentales. Checoslovaquia perdió 30.000 kilómetros cuadrados y la mayor parte de la población checa fue expulsada de la región. Ya sabemos cómo terminó todo.

Impresionaba el ver casas, edificios vacíos, abandonados, en ruinas, pero todavía en pie. Con la derrota de Alemania, los checos se tomaron la revancha y expulsaron masivamente, sin derecho prácticamente a nada, a todos los ciudadanos de origen alemán que ocupaban esta zona. Llegamos a Karlovy Vary sobre las once y media.
 



El origen y desarrollo de Karlovy Vary siempre ha estado inseparablemente relacionado con los benéficos efectos curativos de sus fuentes de aguas termales. Marcaron la historia, arquitectura, economía y el espíritu de la ciudad. Esas fuentes fascinaron al hombre y atizaron su fantasía desde tiempos pasados. Al reino de la fantasía podemos remitir la leyenda popular que cuenta que las fuentes de Karlovy Vary fueron descubiertas en la mitad del siglo XIV por el rey checo y emperador romano Carlos IV durante una cacería de ciervos.

 


Poco a poco, la ciudad, sus aguas medicinales, fueron creciendo en fama a través de los siglos. La sociedad que se reunía en Karlovy Vary en el siglo XVIII e inicios del XIX adquiría cada vez más carácter internacional. Al lado de la aristocracia, también venía la elite cultural europea. La visita de excelsas personalidades es la especificación tradicional de Karlovy Vary y significativamente marcaron la historia de la ciudad. Fue el punto de visitantes ilustres en los siglos XVIII y XIX, como por ejemplo la emperatriz de Austria, Elisabeth, más conocida por Sissi. Incluyo una fotografía del establecimiento que solía frecuentar en sus visitas a la localidad.


Tomo prestado una magnífica descripción que de esta ciudad balneario hace el periodista de la Revista Viajar, David Granda:
 


Durante siglos, antes de que cayera el telón de acero sobre Checoslovaquia, Karlovy Vary refulgía como una legendaria ciudad balneario entre bosques, con edificios rococó color crema y pasajes porticados, donde Beethoven, Liszt y Chopin, al igual que Goethe, Tolstói, Turguéniev, Karl Marx y Sigmund Freud, acudían para desaparecer en un mar de tratamientos con aguas medicinales.


Hoy el esplendor de la ciudad y sobre todo el negocio continúan. Florecen los hoteles balneario con cuerpo médico propio que trata desórdenes digestivos, cardiovasculares, diabetes, colesterol y diferentes problemas de articulaciones mediante curas con agua. La estancia ideal son dos o tres semanas. Durante el periodo comunista, los balnearios, en origen coto de aristocracia y burguesía, pasaron a recibir la afluencia subvencionada por el Estado de obreros y trabajadores jubilados. Ahora, junto con checos, alemanes y árabes, dominan los rusos de vacaciones. De hecho, Karlovy Vary parece su segundo hogar.


Del subsuelo brotan 80 manantiales que vierten a diario cerca de seis millones de litros de agua de elevado contenido mineral. Hay que echarle imaginación para discernir por qué en un palmo de terreno hay fuentes de agua fría, caliente e hirviendo; fuentes de agua potable y fuentes extremadamente sulfurosas; fuentes laxantes, para tratar la circulación de la sangre, la artrosis...
 
Estuvimos sobre una hora visitando la ciudad con la guía, que en mayor o menor medida, nos vino a comentar lo que en los párrafos anteriores queda transcrito. A las 13:00 nos dejó tiempo libre hasta la hora de comer.

Pedro y yo recorrimos el lugar paseando por nuestra cuenta. Compré en la casa que ocupó Goethe, llamada Madrid, las famosas obleas de vainilla del lugar, imanes y una jarrita de porcelana típica para tomar las aguas.
 

Nos hicimos unas fotografías con El buen soldado Švejk, probablemente el personaje más popular de la literatura checa. La novela, inacabada, publicada en 1922, una obra satírica del escritor Jaroslav Hasek, narra la historia de las aventuras de un veterano soldado checo llamado Josef Švejk durante la Primera Guerra Mundial.
 

Poco después de las dos de la tarde estábamos almorzando, cometido que nos llevó aproximadamente una hora. Cuando finalizamos, y ya cerca de las tres y media nos reuníamos todos por fuera del restaurante para dirigirnos hacia el autobús.  Comenzaba a chispear. Habíamos tenido mucha suerte durante toda nuestra estancia en este lugar. A las 15:45, ya dentro del autobús, llovía.
 

Durante el viaje hasta Praga, visionamos una película, Cadena Perpetua. Ya la había visto más de una vez, pero no me disgustó volver a verla. Llegamos al hotel sobre las 18:30. Cenamos de nuevo juntos Pedro, Jose, Ángeles y yo.
  

Miércoles, 22 de octubre 

Toque de diana a las 06:00 de la mañana. De 06:30 a 06:45 bajamos las maletas al autobús. A las 06:45 estábamos desayunando. A las 07:30 salimos hacia Bratislava, camino de Budapest.

De acuerdo con las previsiones meteorológicas, el día de hoy iba a ser climatológicamente hablando, el peor. Dábamos por descontado que ya iba a llover durante el camino, pero no fue así. También hubo suerte con la carretera, pues nos había advertido Alfredo que la autopista estaba en obras, y que muchas veces entre las obras y los accidentes, se podía retrasar el horario previsto.
 

Hicimos una parada técnica a medio camino. Cuando bajamos, hacía un frío de mil demonios, 6 grados. 

Almuerzo en Bratislava 
 

Llegamos a Bratislava, la capital de Eslovaquia, poco después del mediodía. Aquí, se torció nuestra buena suerte, ya que nada más bajar del autobús comenzó a chispear y a llover algo más fuerte. Había tomado la precaución de meter el impermeable “chino” (había comprado dos en Las Rozas, a 90 céntimos la unidad) en la mochila.
 

Alfredo nos señaló nuestro restaurante, y nos dio suelta. Pedro y yo deambulamos como buenamente pudimos, hice unas cuantas fotos y antes de la hora prevista, a las 13:15 estábamos en el restaurante… donde ya se nos habían adelantado un buen número de excursionistas. El día no se prestaba a paseos. El almuerzo, comida para salir del paso con una carne al curry, lo realizamos de nuevo juntos los cuatro “nuevos amigos”; se nos unió otro matrimonio.

A las dos y cuarto estábamos en el autobús. Salimos hacia las 14:30, nos detuvimos en la frontera entre Eslovaquia y Hungría, y arribamos a la capital húngara sobre las cinco y cuarto de la tarde. El tiempo nos acompaña. Aunque cubierto, no llueve. El autobús, se dirige directamente hacia el puerto donde vamos a tomar un barco de los que realizan un crucero a través del Danubio. Junto al sempiterno Alfredo, nos acompaña una guía local, María, del mismo nivel que las de Praga, realmente superior. 

 

Budapest
 


Pequeña introducción histórica

Es la capital de Hungría y su ciudad más importante desde el punto de vista económico y de transporte. Se encuentra a 2.620 kilómetros de Madrid.
 

Aunque ya en el 106 a.de C. los romanos fundaron Aquinicum en el recodo noreste del Danubio, y los magiares llegaron a la zona a finales del siglo IX, sólo se fundó oficialmente en 1873, tras la fusión de tres ciudades: Buda, Óbuda y Pest.

Buda fue sede de la monarquía magiar de forma intermitente desde 1406 hasta la refundación de la capital.

Estuvo ocupada por los turcos durante 160 años desde 1526 a 1686. Todavía la tumba del derviche Gül Baba es un lugar de peregrinación para los musulmanes.
 

A pesar de que quedan restos de muchas épocas, su aspecto actual corresponde sobre todo a finales del siglo XIX, cuando experimentó un espectacular crecimiento urbano.

Cuenta con unos dos millones de habitantes, una quinta parte aproximadamente de la población total de Hungría.

Acoge a la comunidad judía más numerosa de Europa Central. Cuenta con 22 sinagogas, incluida la más grande de Europa.

El río Danubio atraviesa la ciudad. Se puede cruzar por nueve puentes. El más famoso y uno de los indiscutibles símbolos de la ciudad es el de las Cadenas. Su fachada fluvial fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 1987.
 

Es la única capital de mundo donde funcionan más de ochenta fuentes termales de las que salen más de setenta millones de litros de agua cada día, alimentando a medio centenar de balnearios. 

Crucero por el Danubio
 

Maravilloso el paseo por el Danubio. Rozábamos la hora del crepúsculo. Subí a cubierta; al hacerlo, encuentro una moneda de 2 euros en la escalera. Me hago a la idea de que es una señal de buena suerte. Ya en el exterior, hice las fotos que ilustran estos párrafos. La excursión en barco duró una hora y cuarto aproximadamente. Ante mis extasiados ojos surgen, una tras otra, algunas de las perlas de la capital magiar.  

El Parlamento 
 

De estilo neogótico, es uno de los edificios más grandes y carismáticos del país. Su aspecto es espectacular, sublime diría yo. Domina la orilla de Pest, y no es de extrañar que figure en todos los folletos turísticos. En su interior se halla el símbolo nacional de Hungría: la Sagrada Corona. Es uno de los más grandes del mundo, se construyó a lo largo del siglo XIX y tardó en acabarse 17 años. Es obvia la influencia del parlamento londinense en sus delgados chapiteles. 

El Palacio Real 
 

Este monumental edificio, situado en la orilla opuesta, en Buda, por su situación en lo alto de una colina, se ve desde cualquier punto de la ciudad. La construcción original fue destruida en 1686 en la batalla para expulsar a los turcos, tras la cual, los Habsburgo levantaron un palacio en su lugar. Las ampliaciones que siguieron al compromiso austrohúngaro de 1867 a cargo de renombrados arquitectos, incluyeron la prolongación de la fachada y la adición de una cúpula. Ha sido escenario de algunos de los momentos más dramáticos de la historia del país y en la actualidad alberga numerosos museos. Forma parte de un gran recinto que se conoce como el Castillo de Buda. Declarado Patrimonio de la Humanidad. 

Puente de las Cadenas 
 
Construido en la primera mitad del XIX, fue reconstruido después de la última guerra y es con el Puente dedicado a la Emperatriz Elisabeth (Sissi), uno de los símbolos de Budapest.
 

Finalizado el crucero por el Danubio, llegamos al hotel a las 19:30. Tuve la suerte (los 2 euros, pienso) de coger la maleta antes que nadie, y además, Alfredo, que había hecho la gestión de recoger él todas las llaves, al primero que se la entregó  fue a mí.
 

Me adjudican la habitación 550 en el Hotel Mercure Buda. Cenamos a las 20:45, no tan bien como en Praga.
 

Jueves, 23 de octubre 

Me levanté a las 07:30 y a las 08:00, según salía del baño, se me doblaron las piernas al constatar que me había dejado las llaves de casa en la caja fuerte del hotel de Praga. Fue un momento terrible. Rememoré mis movimientos. La caja fuerte estaba en alto. Tenía dos compartimentos y allí había guardado las dos cámaras, los cargadores y las llaves de casa; estas últimas las había depositado en el piso inferior. Al recoger todas las demás cosas, desde abajo, la caja se veía vacía. No había tenido la precaución de “rebañar”, como luego me dijeron.

Reaccioné aceptablemente y me dije que ya lo resolvería de alguna forma. Había cosas mucho peores.

El desayuno estaba previsto a las 08:30, pero a las 08:15 ya estaba yo en el comedor, igual que otro buen número de excursionistas.

El desbarajuste era absoluto. Había una multitud de orientales que copaban todos los sitios. Afortunadamente, Pedro ha cogido una mesa junto con otro matrimonio y me puedo sentar en el lugar que queda libre. Desayuno como puedo y le comento a Pedro lo de mis llaves.

A las 09:15 acabé encontrando a Alfredo. Le dije lo que me había pasado.

Alfredo, solo te doy dolores de cabeza…”. Él, sobre la marcha, me dice que le dé un par de minutos. Es posible que una colega suya que se aloja en el Hotel Dorint Don Giovanni de Praga, aún no lo hubiera abandonado.

Delante de mí llamó a su colega. Marta aún no había dejado el hotel. Había habido suerte. Alfredo le dio toda la información y ya solo era cuestión de esperar. Me quedé algo más tranquilo.

Con todos los viajeros en el autobús, nos ponemos en marcha. Sigue acompañándonos el tiempo. No llueve.

A las 09:30 iniciamos el tour en la llamada zona del Castillo, en Buda.

Visitamos todos los exteriores de  los monumentos más importantes, que nos fue describiendo sobre la marcha nuestra guía:
 

Iglesia de Matías 
 

Sin duda, la más hermosa de Budapest. Aunque su origen es medieval, en concreto su construcción original está datada entre 1255 y 1269, su aspecto actual corresponde al de finales del siglo XIX. Convertida en mezquita durante la ocupación otomana, fue testigo de la coronación del emperador Francisco José en 1867. 

El Bastión de los Pescadores 
 

Su nombre se debe a que fue la zona del distrito del Castillo defendida por miembros del gremio de los pescadores. A pesar de su aspecto medieval, tiene poco más de un siglo, ya que es obra de Frigyes Schulek, quien lo añadió en 1902 como complemento de la iglesia de Matías, también diseñada por él. Los torreones representan las siete tribus magiares que se establecieron en Hungría a finales del primer milenio. El lugar ofrece diferentes niveles desde donde se tienen unas magníficas vistas de la otra orilla de la ciudad, Pest. 

La estatua de San Esteban 
 

La estatua ecuestre de bronce de este monarca que prohibió las prácticas paganas en el país e introdujo el cristianismo, se alza frente al bastión, y es obra de Alajos Strobl, que invirtió 10 años en investigar las ropas de montar y las armaduras del siglo XI para lograr la máxima fiabilidad.

Al finalizar las explicaciones, nos dejan tiempo libre. Pedro y yo, tras las fotos de rigor y disfrutar la maravillosa vista sobre el Danubio que el lugar nos ofrecía, entramos en un café para tomarnos un pequeño reposo y recapitular sobre todo lo que habíamos visto. Sobre las 11:30, tal como nos indicaron, estábamos de nuevo en el autobús. 

Bulevar Andrassy 

Continuamos el paseo por la otra orilla de la ciudad, Pest, recorriendo en el autocar la principal arteria de la villa, la Avenida Andrassy, uno de los conjuntos urbanísticos más hermosos de Europa. Fue declarada Patrimonio de la Humanidad en 2002. Esta vía, de 3 kilómetros de largo, fue el sueño hecho realidad del aristócrata que la ideó, el conde Gyula Andrassy, que en los días que siguieron al compromiso de 1867, cuando Austria y Hungría se convirtieron en una monarquía dual, quiso dotar a la capital húngara con una gran avenida que rivalizara con los Campos Elíseos parisinos. 
 

Bajamos del autobús sobre las 11:45 para visitar la Plaza de los Héroes. Cae una ligerísima lluvia. Aquí, según descendemos del coche, Alfredo me da la gran noticia: “¡Ya tenemos las llaves!”. Le di un abrazo. Ahora, la cuestión es ver si llegarán el domingo a Viena, con Marta, antes de que nos marchemos nosotros, o tendré que ir a recogerlas en Madrid. Las posibilidades vienesas son muy grandes. En cualquier caso, lo peor que me puede pasar es que tenga que llamar a mi hija Marisa, darle la noticia de que su padre anda ya algo gagá, ha olvidado las llaves de casa y pedirle que se acerque a mi urbanización, a unos 200 metros de su hogar, en la noche del domingo para que pueda entrar en mi piso…

Plaza de los Héroes 
 

La construcción de esta grandiosa plaza, que a mí, por su extensión me recordó a la Praça do Comercio/Terreiro do Paço de Lisboa, formó parte de las celebraciones del Milenario de 1896, y ha sido tradicionalmente utilizada como espacio para celebraciones de carácter estatal y solemne. La columna que domina la plaza tiene 36 metros de altura y está coronada por una estatua del arcángel San Gabriel. Frente a la columna hay una tumba dedicada a las víctimas de la revolución de 1956. Uno de los momentos cruciales de la revolución fue el derribo por parte de los insurrectos de una enorme estatua de Stalin que se alzaba en la plaza. Al escribir estas líneas, me veo a mí mismo, en mi infancia tinerfeña, junto a la gran radio en la que mi padre escuchaba los acontecimientos que tan tristemente acabaron.

Fuimos a comer al Novotel, a las 13:15. Una sopa y un gulash húngaro muy bueno. El comedor, de época, le hacía a uno recordar los tiempos del llamado “telón de acero”.

Al finalizar el almuerzo, el autobús nos dejó en el centro. Teníamos la tarde libre, de modo que Pedro y yo, decidimos visitar en primer lugar la 

Basílica de San Esteban 
 

Esta iglesia, la más grande de Budapest, guarda la reliquia más sagrada de Hungría, el brazo diestro de San Esteban. El templo tiene una historia turbulenta. Lo diseñó Jozsef Hild que falleció en 1867 y al que no le dio tiempo de ver acabada su neoclásica creación, pero sí pudo asistir a su colapso, al parecer debido a la baja calidad de los materiales de construcción. Del nuevo proyecto se encargó Miklos Ybl, que concibió un edificio neo renacentista con una cúpula de 96 metros de altura, sin duda un guiño a la llegada de los magiares en el año 896. Todavía la iglesia sufrió otro desastre durante la II Guerra Mundial en forma de devastador incendio, de modo que su restauración se ha prolongado hasta fechas relativamente recientes. La cúpula está decorada con mosaicos de Karoly Lotz. 
 

La Noria 
 

Cuando salimos de la basílica, nos subimos en una Noria, moderna. Un espectáculo. Íbamos, Pedro y yo, solos en una cabina. Al subirnos y tras cerrar la puerta, el encargado me dijo en inglés que “si tienen algún  problema, pulse el botón rojo”, señalándome el punto donde se encontraba el botón. La verdad es que el comentario no me tranquilizó demasiado, pero en las tres vueltas que la noria dio, no sufrimos el menor percance. Aunque la cabina iba cerrada con cristales, pude hacer alguna que otra foto aceptable con el 50mm.  

Entro en un café y salgo a la calle por otro 

Después, nos dirigimos hacia una calle peatonal. Aquí, entramos en un café, el Café Anna. Nos sentamos en una mesa. Pedro va al baño; cuando regresa, es mi turno. Al finalizar, subo unas escaleras y de pronto ¡me encuentro dentro de un Burger King! No doy crédito a lo sucedido; quedo como aturdido, estupefacto. Al punto, recuerdo, entre nervios, que Pedro me había advertido que el baño era compartido con la hamburguesería. Me tranquilizo. Salgo a la calle, miro a la izquierda y veo el portal de nuestro café, Anna. Entro por la puerta principal del café, sin chamarra y sin bolso, ante la estupefacción de Pedro… Al contarle lo sucedido, algo por otro lado que él ya había adivinado nada más verme, nos echamos a reír sin remedio.
 

Salimos y nos fuimos andando hacia el hotel. Cruzamos el puente de las Cadenas y luego el túnel.
 

Cenando, juntos una vez más, “los cuatro”, se nos acercó Alfredo. Me dijo que las llaves, salvo imprevistos de última hora, me las entregará el domingo antes de salir hacia Madrid…

 

Viernes, 24 de octubre

 
Viena 
 

Toque de diana a las 07:00, desayuno a las 08:00, hoy, afortunadamente sin la aglomeración de orientales, y con menos desbarajuste que ayer. De todas formas, aunque también éste es un  hotel de 4 estrellas, al menos nominalmente, no se puede comprar con el de Praga, que sí hacía honor a su categoría.

Aunque la hora establecida para ubicar las maletas en el autobús era de nueve a nueve y cuarto, antes incluso de las nueve estaban prácticamente todas dentro del autocar. Incluso, salimos hacia Viena antes de la hora prevista, que eran las 09:15 y recuerdo que el autobús arrancó a las 09:11.
 

Pequeña introducción histórica 

Es la capital de la República Federal de Austria desde 1918 aunque sólo reconfirmada en 1955, así como uno de sus nueve estados federados con el nombre de Bundesland Wien.

Su población no alcanza todavía los dos millones de habitantes aunque su área metropolitana ronda ya los tres millones. Más del 20% son extranjeros.

El río Danubio pasa por sus alrededores y desde 1870 está canalizado. Cuenta con el llamado Viejo Danubio y dos grandes canales: uno de ellos el más alejado del centro ha tomado oficialmente su nombre y el segundo, con seis presas, regula las oscilaciones del caudal.
 

Sus inviernos son muy fríos y sus veranos son suaves aunque bastante lluviosos.

Fue fundada hacia el 500 a.C. por los celtas, convirtiéndose en una campamento romano de frontera el año 15 antes de Cristo con el nombre de Vindobona. Después de ser durante siglos una de las residencias oficiales de la dinastía de los Habsburgo, se convirtió en 1440 en Capital del Sacro Imperio Romano.

Tanto en 1529 como en 1683 estuvo a punto de ser invadida por las tropas del Imperio Otomano.
 

Su aspecto actual corresponde a su transformación en gran capital europea a partir de mediados del siglo XVIII, consiguiendo su máximo apogeo a finales del XIX, cuando se construye Ringstrasse o el Anillo. Y sobre todo a principios del XX, cuando se autoproclama capital del Jugendstil o movimiento modernista.
 

Aunque a veces parece que no hay rincón de Europa donde no haya estado la Emperatriz Isabel, más conocida como Sissi, Viena sigue siendo el mejor lugar donde seguir sus pasos.

Entre 1945 y 1955, al igual que Berlín, Viena fue dividida en cuatro sectores administrados por rusos, americanos, franceses y británicos.
 

Acoge la sede de la OPEP, de la Agencia Internacional de Energía Atómica, de la OSCE y de varias agencias de Naciones Unidas. Su centro histórico fue declarado Patrimonio de la Humanidad en 2001.
 

Desde el siglo XVIII es una de las capitales de la música mundial. Muchos compositores están enterrados aquí, incluido Mozart.
 

Tras una parada intermedia para ir a los baños y tomar un té, llegamos a Viena alrededor de la una del mediodía. Fuimos directamente a comer, y al finalizar, una hora más tarde, en compañía de nuestra nueva guía local, Cristina, de igual nivel que las anteriores, iniciamos nuestra visita a pie por el centro histórico de Viena.
 

Aquí sufrimos una nueva pérdida, una de las excursionistas “ha desaparecido” a poco de iniciar nuestra caminata. Tras los nervios de rigor, llamadas de móviles y algún que otro barrunto de un nuevo ataque de histeria, se tiene la constancia de que la persona extraviada ha actuado igual que yo en Praga: un taxi la ha depositado en el hotel.
 

La visita que hacemos por el centro de Viena, la Catedral, El Palacio de Hofburg y sus numerosas dependencias, entre ellas, la famosa Escuela de Equitación Española, a pie, fue de unos 45 minutos. Nos encontramos con la “desagradable” sorpresa que el próximo domingo 26 es la fiesta nacional de Austria, de modo que todo el centro está tomado por camiones de televisión , así como por los militares y la policía, que hacen jornada de “puertas abiertas” para los ciudadanos, con demostraciones in situ, helicópteros, tanques… El tomar alguna fotografía es casi una misión imposible.
 

En nuestro paseo a pie, entre los fastuosos edificios que abrazan la calzada a ambos lados, descubro un par de ellos de empresas emblemáticas españolas, Massimo Dutti, y Desigual. Este último, haciendo esquina, me trae a la mente a mi amiga Celia, usuaria con mucho provecho (aunque ella poco necesita de adornos para lucir) de la citada marca.

En esta ciudad tampoco puedo dejar de pensar en mi otra gran amiga, Soco, y su amor por todo lo germánico.
 


Finalizado el recorrido peatonal, efectuamos una visita panorámica dentro del autobús recorriendo el llamado Ring, que duró más o menos una hora. Mandado construir por el Emperador Francisco José, el Ring no sólo es una obra urbanística de primer orden, sino que cuenta en su entorno con muchos de los edificios más espectaculares y carismáticos de la ciudad. Entre los museos destacan el de Artes Aplicadas y el de Historia; entre los edificios académicos, la Academia de Bellas Artes. Además, el Palacio de la Opera, la Bolsa, el Ayuntamiento, varios ministerios, parques y jardines y algunos de los hoteles más suntuosos.



Viena me parece una gran ciudad, colosal, muy bonita en algunos puntos. Saco la indudable impresión de que esta capital no se corresponde con la pequeña extensión de la Austria de hoy en día. Los edificios, los monumentos, la dimensión, la grandeza de lo que veo, es indudable que pertenece a otro tiempo, aquel en que esta ciudad fue la capital de un imperio…
 

A las 17:30 estábamos en el hotel Exe. Me adjudican la habitación 107. El hotel no es tan bonito como el de Praga, pero sí bastante mejor que el de Budapest, muy confortable. Además, tiene una ventaja indudable sobre los otros dos: el personal de recepción, muy amable, habla un perfecto español.

Una vez más, nos sentamos juntos a cenar Mª Ángeles, José, Pedro y yo.
 

Sábado, 25 de octubre 

El día de hoy estaba marcado en la agenda como “libre”, pero nos ofrecían dos excursiones opcionales. En la mañana, la visita al interior de los palacios de Hofburg y de Schönbrunn, y por la noche la asistencia a un concierto con la Wiener Hofburg-Orchester, la orquesta del Hofburg, en el auditorio del palacio, con música de los Strauss y de Mozart.

Nos levantamos a las 07:00, desayunamos a las 07:30, y a las 08:30 nos ponemos en marcha hacia la visita del primer palacio, el Hofburg. 

Palacio Hofburg. Museo de Sissi 
 

Los edificios del palacio imperial Hofburg, me dan la impresión de estar distribuidos sin orden ni concierto. Tras la construcción de un primer palacio por Rodolfo I en el siglo XI, sus descendientes lo agrandaron sin un plan previo, y cada uno lo remodeló en el estilo más significativo de su época. No obstante, parece más o menos evidente que en el conjunto dominan los estilos barroco y neoclásico.
 

La visita a este hermoso palacio, y en concreto, su punto culminante, la que efectuamos a las habitaciones imperiales, dependencias que ocuparon entre otros, el emperador Francisco José y la emperatriz Elisabeth, más conocida como Sissi, y que en la actualidad se han convertido en museo, fue realmente interesante.
 
 
 

Pudimos apreciar las dependencias y muchos de los objetos de la emperatriz, tales como su cama, su escritorio, la bañera de cobre donde Sissi se zambullía cotidianamente (algo inusitado e infrecuente en su época), y el tocador, donde pudimos ver los aparatos de gimnasia que utilizaba a diario. Se hacía dar masajes, practicaba la marcha y la equitación. Comía poco, casi frugalmente, lo que le permitió conservar durante toda su vida una cintura que causaba la admiración de todos. Pudimos ver uno de sus corsés, con un diámetro de ¡¡¡50 centímetros!!! en una mujer muy alta para su época, 1,72. Curiosamente, recuerdo que nuestra guía nos comentó que la emperatriz, cuando se casó, con 16 años, medía 1,61; es decir, que creció un total de 11 centímetros a partir de esa fecha.
 



Elisabeth, que se había casado con Francisco José en 1854, hizo de la corte de Viena una de las más brillantes de Europa, pero a causa de los duelos familiares (entre ellos el suicidio, siempre sin aclarar, de su hijo, el archiduque Rodolfo, heredero del trono) acabó volviéndose neurasténica. Realizó numerosos viajes al extranjero. Durante uno de ellos, murió apuñalada en 1898 por el anarquista Luigi Lucheni, en Ginebra. A su muerte, nos indicó nuestra guía, se le cortó el cabello, que le llegaba a la cintura, pesaba ¡¡¡3,8 kilogramos!!! y que posiblemente pudo ser una de las causas de sus casi diarios dolores de cabeza.
 

En este punto no puedo por menos de hacer una digresión, ya que de estudiante conocí la ciudad de Calvino, y ya como funcionario del Estado estuve destinado en Ginebra (1976-1981). Siempre me obsesionó el lugar donde fue asesinada la emperatriz (hoy en día se levanta un monumento en su honor en este punto), y por supuesto, el maravilloso hotel Beau-Rivage, donde Sissi se hospedaba, y donde falleció tras su apuñalamiento. Inserto en este relato una foto de época del traslado del cadáver de la emperatriz desde el citado hotel hasta Viena, y otra, realizada por mí en 1979, donde se puede apreciar que los cambios exteriores, 80 años después, apenas son significativos.
 

Tanto en este palacio como en el que íbamos a visitar a continuación, estaba prohibido el realizar fotografías. Me las arreglé como pude para obtener con el gran angular de la Leica unas cuantas instantáneas, que si no tienen calidad alguna, debido a las circunstancias en que fueron tomadas, sí son testimoniales.
 

Palacio Schönbrunn 

Una vez finalizada la visita al Hofburg, nos trasladamos en autobús al otro palacio imperial que íbamos a visitar, el llamado de verano.
 

Tras la victoria de 1683 que expulsó definitivamente a los turcos de Europa, el Imperio de los Habsburgo entró en un periodo de paz y prosperidad. Como el palacio original había sido destruido durante el asedio de 1683, Leopoldo I decidió sustituirlo por uno nuevo digno del recuperado poder de los Habsburgo.

Las obras, comenzadas en 1696 prosiguieron largo tiempo después de la muerte de Leopoldo I (1705) bajo los reinados de José I (1705-1711), Carlos VI y su hija María Teresa (1740-1780). Mucho menos solemne que el palacio imperial de Hofburg, el Schönbrunn se fue imponiendo cada vez más como la residencia favorita de los Habsburgo. En el siglo XIX se encontraba todavía en pleno campo. Hoy en día forma parte del distrito XIII vienés.

De las 1.441 habitaciones con que cuenta el Schönbrunn, tan solo 42, en la primera planta, están abiertas al público. El resto, según nos comentó nuestra guía ¡están alquiladas! Me costó dar por cierto este hecho, pero para mi sorpresa, lo he corroborado en las guías al uso.
 

La visión exterior de este palacio, gracias a una maravillosa perspectiva, es sencillamente espectacular, como muestran las fotos que inserto. En cuanto a su interior, lleno de historia, destacaría la Gran Galería, impresionante sala de 43 metros de largo con un revestimiento blanco y oro y con arañas de cristal, cargada además de historia. Aquí tuvo lugar en 1814-15 el llamado Congreso de Viena que cambio Europa, y en 1955 la recepción de clausura tras la firma del tratado que ponía fin a la ocupación de Viena tras la finalización de la II Guerra Mundial. En la actualidad sigue utilizándose para los banquetes oficiales.

En este palacio falleció Francisco José el 21 de noviembre de 1916. La cámara mortuoria es una sencilla habitación. En cuanto al dormitorio común del emperador y de Elisabeth, con dos camas gemelas en madera oscura, resulta tan austero como la celda de un monje trapense.
 

Cuando acabamos la visita del Schonbrunn, Pedro y yo intercambiamos nuestras impresiones descansando en el típico café vienés que encontramos en el recinto del complejo palatino.
 

Tras el almuerzo, que finalizó sobre las tres de la tarde, nos dejaron tiempo libre hasta las 19:30, en que tenemos que estar en el hotel, donde nos recogerá un autobús que nos llevará al concierto. Pedro, Mª Ángeles, José y yo nos fuimos hacia el centro. Estuvimos viendo la catedral de San Esteban y paseando por los lugares más emblemáticos.  

Catedral de San Esteban 
 

La catedral vienesa (Stephansdom) es a la vez el centro de Viena y el símbolo de la ciudad. Su aguja de 137 metros de altura es visible desde casi todas partes y a lo largo de varios kilómetros desde la antigua carretera de Budapest.
 
 

El inicio de las obras de la catedral, de 1304 a 1340, fueron las de la construcción de un coro gótico que prolongaba la basílica románica. Las obras, tras dos siglos de trabajos, se dieron por finalizadas en 1511. La Stephansdom fue bombardeada por los turcos en 1683, dejando como “recuerdo” una bala de cañón que aún permanece empotrada en la pared encima de la sacristía. También sufrió el fuego de los franceses en 1809, pero nunca experimentó tantos daños como en 1945. 

Un lugar con historia 
 

De esta tarde es la fotografía que incluyo, tomada con mi Leica por José, en la que se me ve con el palacio de Hofburg a mis espaldas. Desde ese balcón, el 15 de marzo de 1938 se dirigió Hitler a un cuarto de millón de vieneses, que lo aclaman en la Heldenplatz (plaza de los Héroes) cuando se produjo la incorporación de Austria a la Alemania nazi, el llamado Anschluss.
 

Regresamos al hotel en tranvía, descansamos, puse el teletexto de la TVE internacional para ver qué pasaba con el partido Real Madrid-Barcelona, que comenzaba a las 18:00.
 

Empezaron perdiendo los merengues, mi equipo, pero esta vez, yo estaba absolutamente convencido que el Madrid ganaría, y así fue. Cuando bajé a recepción a las 19:20 para coger el autobús que nos llevaría al concierto, ya ganaba el Madrid por 3-1. Luego, en el Hofburg, mi hija me confirmaría mediante SMS el resultado final ya conocido de 3-1. 

Concierto en el Hofburg 

¿Se puede ir a Viena y no asistir a un concierto en alguna de sus maravillosas salas de música? Evidentemente, no, y nosotros no íbamos a ser la excepción.
 

La interpretación de la Wiener Hofburg-Orchester, una cuarentena de músicos maravillosamente compenetrados, fue realmente magnífica. Disfruté de Mozart, y de la familia Strauss, con una ejecución perfecta, en su partitura original, del Danubio Azul que me emocionó. El final podemos decir que no fue “muy original”, pero en cualquier caso, todos participamos acompañando a la orquesta en la interpretación de la famosa marcha Radetzky, un poco como si nos encontráramos en Año Nuevo…

Cuando acabó el concierto, sobre las diez y cuarto de la noche, nos desplazamos al pueblecito de Grinzing donde disfrutamos de una cena típica con música (acordeonista y violinista, bien “adiestrados”, que ejecutaron piezas como Clavelitos o Viva España, por poner solo dos ejemplos) y vino verde en el restaurante Passauer Hof. Finalizamos pasada la medianoche. Afortunadamente, hoy se cambiaba la hora, retrasando los relojes, de modo que cuando llegamos al hotel, aún continuábamos en sábado con el nuevo horario.
 

Domingo, 26 de octubre 

Último día de nuestro viaje. Cada uno se levantó a la hora que quiso. Pedro y yo quedamos a las 09:00 para desayunar.

Nos despedimos de Ángeles y José que salían a las 10:00 del hotel para coger el avión de Barcelona a las 12:00. Nosotros teníamos nuestro avión a las 19:30 y saldríamos del hotel a las 16:30. 

La noria del Prater 
 
 

Desde que habíamos llegado a Viena, no había dejado de darle la paliza a Pedro acerca de la noria del Prater, sin lugar a dudas uno de los símbolos de la capital austriaca desde que en 1949 se convirtió en protagonista de El Tercer Hombre, con seguridad una de las películas más maravillosas jamás filmadas. Desde que visioné por vez primera el film, allá por los años 60 del pasado siglo, quedé enamorado de la cinta. Todo en ella es sublime, desde el guion de Graham Green, las cloacas de Viena, la interpretación de los actores protagonistas y los secundarios bajo la maestra dirección de Carol Reed, el ambiente siniestro de la ciudad, hasta la omnipresente y extraordinaria música de Anton Karas y su cítara, pasando por escenas de la película, como la de la noria, donde Joseph Cotten/Holly Martin y Orson Welles/Harry Lime tienen la famosa conversación que no voy a repetir por conocida, en la que afloran Borgias, crímenes, obras maestras, el Renacimiento, la Confederación Helvética y los relojes de cuco… pero sobre todo, para mi gusto, el travelling final que es único. La escena del cementerio, mientras Joseph Cotten espera recostado a la puerta del camposanto la llegada de la bellísima Alida Valli/Anna, que se acerca con paso firme y mirada altiva, desde la lejanía a través de un largo sendero desierto, y al llegar a la altura del americano, pasa de largo sin siquiera mirarle, es portentosa.
 

Pues bien, yo quería conocer la noria, no me iba a ir de Viena sin pisar el sacrosanto lugar, de modo que la mañana del domingo, Pedro y yo, con las indicaciones de la recepcionista del hotel, cogimos el tranvía 44 y luego el Metro y nos fuimos al Prater. Allí subimos a la Noria y por fin cumplí uno de mis sueños. El espectáculo que disfrutamos desde las alturas fue fantástico… Comimos, y sobre las 14:15 estábamos de regreso en el hotel.
 

Una hora más tarde, ¡Alfredo me entregaba las llaves de mi casa…! Le recompensé como creí que se merecía. Aunque en un principio se negó en absoluto, acabó cediendo a mis ruegos.

Salimos hacia el aeropuerto. Me adjudican el asiento 4D del Airbus de Iberia. Pese a que despegamos a las 19:45, 15 minutos después de la hora programada, llegamos a Madrid 20 minutos antes de lo previsto, a las 22.10.

Aunque mi maleta salió por la cinta transportadora de las últimas, sobre las 22:30, a las 23:15 estaba en casa. Me supo a gloria el poder abrir la puerta de mi piso con mis llaves…

 
Nota final. No quiero terminar esta historia sin dejar constancia de la tarea más ardua que me tocó afrontar. Realicé un total de 636 fotografías, de las que he insertado en este relato 95. Haciendo las cuentas de la vieja, he tenido que descartar, con gran dolor de corazón (pues cualquiera de ellas podría ocupar el lugar de las que el benévolo lector ha podido visionar), ¡¡¡541!!!


Juan José Alonso Panero

Las Rozas de Madrid, 14 de noviembre de 2014