sábado, 25 de enero de 2020


OCAÑA y YEPES



21 de enero de 2020, nueva excursión con la Hermandad de Jubilados de los Ministerios de Economía, Comercio y Hacienda, en esta ocasión a las localidades de Ocaña y Yepes, en la vecina provincia de Toledo.

Somos 42 los expedicionarios, y entre los viajeros, a la cabeza de los cuales va nuestra vocal de Viajes, Elena, así como Jorge y Pilar, se encuentran caras conocidas de nuestros periplos habituales, tales como Merche, Pilar, Carmina, Trini, Ramiro, Victoria y Juan Carmona con los que hace tiempo que no coincidíamos mi amigo Pedro y yo, así como también Nicolás López, compañero de la Secretaría de Estado de Comercio.

Salimos en autobús desde nuestra sede madrileña en Alberto Alcocer 2 a las 09:19 con solo 4 minutos de retraso sobre el horario previsto; todo un éxito.

Tras recorrer los aproximadamente 60 Km que nos separaban de Ocaña, llegamos a esta villa a las 10:45.

Como hago siempre y antes de seguir adelante, indico que la parte cultural de este relato se basa en los prospectos de los ayuntamientos de Ocaña y Yepes, y la Wikipedia, además de lo disertado por las guías que nos acompañaron en nuestras visitas.

En cuanto a las fotos que adornan el reportaje, todas se tomaron con un teléfono móvil Samsung Galaxy A40.

OCAÑA


Una vez en Ocaña, aprovechamos para ir a los baños y tomarnos unos cafés que nos sirvieran de reconstituyentes para hacer frente al frío terrible que nos acompañaba, 3 grados de temperatura, pero que, como consecuencia del viento helador, se convertían en 0 grados; el cielo estaba completamente cubierto, aunque sin lluvia.

Los recuerdos que tenía yo de Ocaña se remontaban a la época de la España de los 60 y 70 del pasado siglo donde sin existencia de autopistas, cada vez que se enfilaba la carretera de Andalucía, se pasaba por Ocaña, pero jamás paré en esta localidad, donde además tenía fama su penal. Tras la visita efectuada hoy, tengo que decir que mi idea de Ocaña ha sufrido un giro positivo de 180º.


Antes de continuar con el relato, unas pocas palabras sobre esta localidad que en la actualidad tiene censados unos 12.000 habitantes.

Ocaña fue escenario de grandes acontecimientos como las cortes celebradas por Juan II en 1422 y por su hijo Enrique IV en 1468 y 69. Así mismo fue refugio de la entonces princesa Isabel de Castilla, exiliada de la Corte de su hermanastro Enrique IV y donde conoció a Fernando de Aragón; aquí encontró a sus mayores valedores en los caballeros ocañenses Gonzalo Chacón y Diego Gutiérrez de Cárdenas, este último comendador de Santiago. Su lealtad se vio recompensada siendo ya Isabel reina, pues ambos gozaron de amplia influencia en la Corte. En 1499 los Reyes Católicos juraron a su nieto Miguel en la desaparecida iglesia de San Pedro.


Como estancia de reyes, acogió a Juana I de Castilla y Felipe el Hermoso.

En la Guerra de la Independencia Española (1809), tuvo lugar la conocida como batalla de Ocaña, en la que las tropas del general Aréizaga perdieron frente a las francesas al mando del mariscal Soult, dejándoles vía libre a la Mancha.

A mediados del siglo XIX tenía 1.000 casas y el presupuesto municipal ascendía a 68.073 reales, de los cuales 8.000 eran para pagar al secretario.

Históricamente ha sido una población fundamentalmente agrícola. Durante el siglo XIX se producía toda clase de cereales, hortalizas, aceite, vino, lino, seda y frutas, manteniéndose así mismo ganado lanar, cabrío, vacuno y porcino. En cuanto a la industria y el comercio se encontraban una fábrica de hilar seda, otra de jabón, dos molinos de aceite y seis de harina. En la artesanía destacaron sus botijeros.


En la actualidad, el sector predominante es el de servicios, con un 60,8% del total de empresas que operan en el municipio, seguido de la construcción con un 21,8%, la industria un 13,6% y finalmente la agricultura en franco retroceso con un 3,8%. La tierra de labor se dedica mayoritariamente a los herbáceos, un 84,3%, seguido del olivar con un 9,1% y el viñedo, 6,5%.


A las 11:15, acompañados de la guía del Ayuntamiento, Valle, iniciamos nuestra visita de la localidad, recorriendo lugares de interés que reseño cronológicamente.


Comenzamos nuestro recorrido en la Plaza Mayor, del siglo XVIII, declarada bien de interés cultural. Estilo neoclásico, claustro regular de estructura cerrada y sistema arquitectónico abovedado, presenta una organización simétrica de fachadas organizadas por una arquería inferior con dos plantas de pisos y cubierta a dos aguas, sobre la que se disponen buhardillas siguiendo el eje de los arcos. La fachada principal corresponde a las Casas del Ayuntamiento, en cuya puerta principal se puede observar las armas de la Villa. Las obras de construcción comenzaron en el último tercio del siglo XVIII, culminándose la primera fase en 1791 bajo el reinado de Carlos III. Según nos indicó nuestra guía Valle, es, tras Madrid y Salamanca la tercera plaza de España en cuanto a dimensiones. Francamente hermosa, fue nuestra primera sorpresa agradable en la visita a esta localidad.




Nuestro recorrido siguió en el Palacio de los Cárdenas, del siglo XVI, declarado monumento histórico-artístico en 1931. Bien de interés Cultural, fue mandado levantar por el ocañense Don Gutierre de Cárdenas, caballero de Santiago, comendador mayor de León y Maestresala de Isabel I la Católica.





Casa solar de los Cárdenas, que recayó por línea segundogénita en los futuros Condes de Colmenar y posteriormente en los Duques de Frías. Es la actual sede de los Juzgados de Primera Instancia y Vigilancia. Fue nuestra segunda agradable sorpresa en Ocaña.




Seguimos a continuación al Teatro Lope de Vega. Colegio de la Compañía de Jesús, del siglo XVI. Fundado por el protonotario Don Luis de Calatayud, presbítero vecino de la villa, con el título de Ntra. Sra. de la Consolación o de la Anunciata, dio principio el 14 de abril de 1558, y en él quedó establecido un Colegio Seminario llamado de San Luis Gonzaga. 





Lope de Vega y Francisco de Quevedo buscaron la inspiración dentro de sus muros. Tras la exclaustración de los teatinos, fue convertido en Academia de Caballería, siendo su director el general Ricardos. Actualmente, tras haber hecho funciones de cinematógrafo, es desde los años 80 del pasado siglo el teatro de la localidad.


Frente al teatro Lope de Vega, se encuentra el Rollo de Justicia o Picota, del siglo XV de estilo gótico. Rollo jurisdiccional cuyo emplazamiento original se hallaba en el centro de la Plaza Mayor, siendo trasladado a finales del siglo XVI por acuerdo del Consistorio a las afueras de la villa. En 1986 se acuerda darle la actual ubicación. La conclusión que sacamos los excursionistas es que el monumento es francamente hermoso.


Tras un pequeño recorrido a pie, corto en cuanto al trayecto, pero muy intenso por el gélido frío y el viento reinante, llegamos a un mirador desde el que se vislumbraba la conocida como Fuente Grande, del siglo XVI, renacentista, declarada monumento histórico-artístico de carácter nacional en 1976. Colosal obra de ingeniería hidráulica, constituye un extraordinario diseño arquitectónico de conducción y captación de aguas. La tradición designa a Juan de Herrera como su autor a falta de fuentes que así lo atestigüen. Sí está probado que su equipo habitual de colaboradores trabajó en la Fuente de Ocaña. Alimentan sus caños uno de los mejores Qanat o viajes de agua de la península, constituyendo un ejemplo fundamental para comprender la cobertura de este tipo de abastecimiento urbano.




Con el frío en el cuerpo nos trasladamos a continuación a la Iglesia parroquial de Santa María de la Asunción, situada posiblemente sobre una antigua mezquita del siglo XII. Construida entre los siglos XV y XVIII, es la iglesia matriz ocañense. Destaca en su fachada su torre de dos cuerpos de diferentes estilos, el cuerpo bajo de reminiscencias mudéjares y el alto con características renacentistas. La fachada principal de estilo plateresco, las florestas, rosetas, volutas en pilastras y alegorías sobre el alfiz, contrasta con el resto del edificio. No en vano la construcción, a lo largo de su historia sufrió varios incendios y remodelaciones. 





En su interior destaca la Capilla del Patrón de Ocaña, N.P. Jesús Nazareno y en cuya sacristía la Archicofradía custodia su afamada colección de armaduras, que lamentablemente aún no pueden visitarse hasta que se terminen los trabajos que se tiene previsto realizar para su exposición, según nos comentó Valle, nuestra guía. Hay que decir que el retablo, así como las imágenes y pinturas que ornan la iglesia son todas de reciente ejecución, pues durante nuestra Guerra Civil de 1936-39, el edificio sufrió consecuencias vandálicas con la destrucción sistemática de todas las obras religiosas.

Cuando salimos de la iglesia no eran aún las 13:30, pero debido al intenso frío, los viajeros nos dirigimos casi al trote hacia el restaurante El Palio, donde iba a tener lugar nuestro almuerzo. Ocupamos un par de extensas mesas. En la nuestra, junto a Pedro y a mí, se sentaron Nicolás, Pilar, otra compañera que siento no recordar su nombre, así como Victoria y Juan.


En cuanto a nuestro condumio, estuvo compuesto en primer lugar de entremeses, empanadillas, queso tipo cabrales, lomo, salchichón… Ensalada, y de segundo a elegir entre secreto ibérico, lubina al horno y alubias con perdiz; de postre brownies; vino tinto, blanco y agua; café e infusiones. La comida fue correcta; entre 0 y 10 yo le daría un 6, no puntuando más alto, ya que en mi humilde opinión, por ejemplo, a las alubias con perdiz que elegí yo, se le había ido la mano en el vinagre al cocinero, a más de que el pellejo de las habas era bastante duro, opinión generalizada entre los consumidores de este plato.

Durante nuestra estancia a cubierto, departí largamente con Nicolás contándonos mutuamente anécdotas y chascarrillos de nuestro ministerio durante los larguísimos años que en él servimos, tanto en Madrid como en diversos destinos en el extranjero.

Llueve moderadamente cuando salimos del restaurante en Ocaña pasadas las cuatro de la tarde en dirección a Yepes. El autobús nos esperaba en la vía principal, para mi sorpresa, Avenida del Generalísimo y la continuación Avenida de José Antonio; también tenía calle en Ocaña el General Moscardó.

YEPES

Llegamos a Yepes, a 12 Km de Ocaña a las 16:30; aquí la lluvia es más fuerte, lo cual nos lleva a que debido al malísimo tiempo climatológico, nuestra visita a esta localidad quede reducida a un par de monumentos, eso sí, al menos uno de ellos, impresionante.

Situado en el extremo occidental de la comarca de La Mesa de Ocaña, en una extensa y elevada llanura caliza, al noroeste de la provincia de Toledo, el término municipal abarca 19 Km de este a oeste y 10 Km de norte a sur, resultando una extensión de 85 Km2. En la actualidad cuenta con unos 5.200 habitantes censados.


Se conservan restos de los dos recintos amurallados que tuvo la villa en época medieval. El primero cerraba la alquería judía que más tarde se extenderá y formará el actual casco antiguo de la localidad, en la que convivían judíos, cristianos y musulmanes. De este primer recinto podemos apreciar tres torreones medievales, de base, uno semicircular, y cuadrada los otros dos, uno de ellos coronado por una cúpula de media esfera.


Ya en el siglo XIV se crea la estructura urbana definitiva y se levanta el segundo recinto amurallado que estaba compuesto de cinco puertas, ordenadas a continuación por orden de construcción: Puerta de Ocaña, con una hornacina de madera con una talla de San Cristóbal; Puerta de Madrid, que porta un cuadro de San Miguel y es el punto más alto del recinto; Puerta de Toledo, situada al lado del convento de San José y San Ildefonso y que tiene un altar a la Virgen del Carmen; Puerta Nueva, conocida como de la lechuguina porque mira hacia la huerta del valle; y la Puerta del Hondón, la única desaparecida en la actualidad, miraba hacia el valle y a finales del siglo XIX existen testimonios de que todavía seguía en pie.


Aquí nos acompaña como guía Sole, francamente buena y agradable. Comenzamos nuestra corta visita que discurrió en primer lugar por la Plaza Mayor. En sus orígenes fue una plaza gótica de planta triangular, formada por la Colegiata de San Benito y el Palacio Arzobispal en sus lados, y edificio administrativo en la base. En el siglo XVI servía como lugar de espectáculos. Su planta rectangular actual resulta de la reforma del Palacio Arzobispal en el siglo XVIII.


A continuación nos dirigimos a la vecina Colegiata de San Benito Abad, la mayor joya monumental de Yepes, conocida como “la catedral de la Mancha” por sus grandes dimensiones.

La Colegiata fue trazada en el siglo XVI por Alonso de Covarrubias (maestro de obras de la catedral de Toledo) entre 1534 y 1570. Es un edificio de piedra blanca del gótico final y principios del Renacimiento que consta de tres naves, más dos series de capillas laterales a los pies de una esbelta torre en tres cuerpos de setenta metros de altura. Está decorada con pilastras dóricas, elementos renacentistas y el escudo del cardenal Tavera.


Cuenta además con dos pórticos: el de la Asunción y el dedicado al patrón de la villa, San Benito Abad, con un relieve del castigo de Santa Bárbara. En el interior produce una gran impresión la altitud y elevación notable de sus columnas y bóvedas de crucería. Las capillas laterales están cerradas por verjas platerescas, que constituyen junto con las de la catedral de Toledo el conjunto de rejería más importante de la provincia, elaborado buena parte de este conjunto en Yepes. Un buen ejemplo de lo dicho lo constituye la reja de la capilla privada de Alonso González de Luna, linde de la del canónigo Ginés de Soto, que se concierta en 1613 por Sebastián Collado y Fuenleal de Luna y el rejero Francisco Gaitán, ambos vecinos de Yepes.

El 9 de febrero de 1613, el cura Pedro de Casarrubios, su mayordomo Antonio del Águila y el diputado Antonio de Chaves, redactan el contrato para dotar y estofar el retablo del altar mayor con el parecer de Juan Bautista Monegro, por entonces maestro de obras de la catedral de Toledo. Se acuerda encargar la obra a Gaspar de Cerezo (dorador) y a Juan de Portillo, bajo la supervisión del escultor Pedro de León. El precio que se acordó ascendía a 1.000 ducados.


El retablo mayor presenta el mejor trabajo de Luis Tristán, discípulo aventajado del Greco, con lienzos fechados y firmados en 1616 y formado por seis escenas de la vida de Jesús y ocho medias figuras de Santos. En nuestra Guerra Civil de 1936-39 se destruyeron las esculturas de santos del retablo, que se perdieron para siempre, así como el retablo, pero los lienzos desgarrados fueron salvados milagrosamente de la quema por una Asociación de la villa, pudieron repararse en el taller de restauraciones del Museo del Prado y se devolvieron en 1942. En el Prado pueden contemplarse de esta obra a Santa Mónica y Santa Magdalena, que quedaron allí como pago.

Este es el lugar adecuado para decir que todos los excursionistas quedamos anonadados por la grandiosidad de las pinturas de Tristán, maravillosas, espléndidas y que lucían como recién salidas de sus manos, que era lo mismo que estar contemplando obras del Greco. Sinceramente, fue emocionante y el colofón sin precio a nuestra excursión de hoy.


No quiero que se me olvide que también pudimos contemplar a la entrada de la Colegiata un bonito Belén que aún no había sido desmantelado.


Hay que destacar además de lo dicho, una capilla del siglo XVIII, barroca, dedicada al Santísimo Cristo de la Vera Cruz.

También es de interés el pequeño museo de orfebrería de los siglos XV al XIX, la Custodia con el escudo municipal, lienzos de Luis de Carvajal y talla barroca de San Francisco de Asís procedente de uno de los conventos existentes en la villa hoy desaparecido.

Acabamos nuestra visita a la villa en la Ermita de la Soledad, y a las 18:30 salíamos de Yepes en dirección a Madrid, a donde llegamos tras un pequeño atasco en la entrada de la ciudad a las 19:50.

Me despedí apresuradamente de mi amigo Pedro, de Elena y de Jorge y Pilar y me zambullí en la boca de Metro de Cuzco con dirección a Príncipe Pío, donde cogí el Cercanías de las 20:15 con dirección a Las Rozas. A las 20:45 estaba en casa.

Fin de una excursión que a priori parecía que no podía dar mucho de sí, y resultó todo lo contrario. Estupendamente planificada por Elena, Jorge y Pilar, resultó en mi modesta opinión, todo un éxito. Aún conservo en la retina los seis espléndidos lienzos de Luis Tristán, a los que voy a dar nombre para cerrar este relato: La Adoración de los Pastores, La Adoración de los Reyes, La Flagelación, El Camino del Calvario, La Resurrección y la Ascensión.

Las Rozas de Madrid, 24 de enero de 2020

Juan José Alonso Panero

1 comentario:

  1. Cuanta historia y cuánto arte tenemos inadvertidos en la España y interior! Gracias por tu relato. Tu prima M. Pilar Alonso

    ResponderEliminar