domingo, 1 de marzo de 2020


SEGOVIA


Nueva excursión de un día con la Hermandad de Jubilados de los ministerios de Comercio, Economía y Hacienda. En esta ocasión somos 40 los viajeros; al frente de la expedición van Elena Romero, nuestra vocal de viajes, así como Jorge Baeza y su esposa Pilar. Somos de la partida mi amigo Pedro y quien suscribe estas líneas, así como otros compañeros como Gonzalo Ávila, su esposa Kitty Liceranzu, Nicolás López, Pilar Cerrada, Carmina, Merche, Ramiro, Juan Carmona y su esposa Victoria Almazán, y otros muchos también habituales de nuestros viajes y de los que siento no recordar su nombre.

Salimos de nuestra sede en Madrid en Alberto Alcocer 2 a las 09:30 con un retraso de 15 minutos que apenas afectó a la programación del viaje, ya que nuestro punto de destino se encuentra muy cerca de Madrid. Vamos a Segovia y tenemos que recorrer algo menos de 100 Km que hacemos por la A-6.


Como siempre, dos precisiones: las fotos de este reportaje están todas tomadas con un teléfono móvil Samsung Galaxy A40, y en cuanto a la parte cultural, me he basado en una estupenda guía de Anaya Touring, “Un corto viaje a Segovia”, la Wikipedia y en lo que nos contó la estupenda guía que tuvimos, María. Aquí, y antes de seguir adelante, tengo que decir que la expedición dispuso de dos guías, Alcázar y María y el grupo se dividió más o menos equitativamente en dos partes. Mi parte, llevaba al frente a María, que como ya he dicho hizo un trabajo perfecto, sin faltarle una coma ni sobrarle un punto. Enhorabuena a Elena, Jorge y Pilar, los responsables de la organización.



Ahora, unas palabras sobre Segovia, capital que cuenta en la actualidad con 53.000 habitantes. Se encuentra a 97 Km de Madrid, situada en la confluencia de los ríos Eresma y Clamores, al pie de la sierra del Guadarrama. La ciudad vieja y el acueducto de Segovia fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 1985; el acueducto es considerado la obra de ingeniería civil romana más importante de España, y es uno de los monumentos más significativos y mejor conservados de la Antigua Roma en la península ibérica.

Antes de iniciar nuestro recorrido por la ciudad, nos reunimos todos en un hotel-restaurante donde pudimos reponer fuerzas con cafés e infusiones y donde contactamos con nuestras guías. El tiempo climatológico es magnífico; luce un soberbio sol y la temperatura es de unos 12º.

Trataré de relatar de forma cronológica los lugares y monumentos que visitamos en nuestro día en Segovia. Comenzamos nuestro periplo en un lugar que prácticamente ninguno de los expedicionarios conocíamos pese a ser realmente maravilloso, el

Monasterio de San Antonio el Real




El edificio fue palacio de verano del rey Enrique IV, quien lo fundó en 1455 sobre otro palacio anterior al que corresponde la capilla mayor, los coros y la nave de la iglesia. Hacia 1485 fue cedido por los Reyes Católicos a la Orden Franciscana, momento desde el cual empieza a funcionar como monasterio. Al trasladarse los franciscanos queda en manos de una pequeña congregación de monjas clarisas, quienes aún lo habitan en régimen de clausura y gestionan en la actualidad las visitas al monumento.




Uno de los primeros espacios que visitamos fue el claustro, que cuenta en sus corredores con una increíble serie de originarios artesonados mudéjares. El lugar, húmedo y frío, cobra vida cuando se abren las pesadas ventanas que dan al antiguo jardín real y desde donde se pueden observar tanto la pequeña fuente, rodeada de verdor, como la galería superior que guarda en absoluto silencio el secreto de las hermanas de Santa Clara.





En la iglesia, cuya portada de estilo gótico isabelino preside una plazuela rectangular con los blasones de Enrique IV, también se esconden importantes riquezas. La capilla mayor está cubierta con un asombroso artesonado del siglo XIV, cuya variada y complicada decoración enlaza con un friso de yeserías igualmente cuidado. En el muro de la epístola figura un calvario flamenco que data del siglo XV y que está cuajado de un ejército de figurillas policromadas que parecen pelear en busca de espacio. El calvario es realmente portentoso y lamento no poder incluir una fotografía del mismo, que sí realicé, pero que debido al cristal que lo recubre, tiene numerosos reflejos que desvirtúan la imagen.


En las salas llamadas del rey y de la reina aparecen, además de esos maravillosos artesonados a los que ya casi nos hemos acostumbrado en este palacio, interesantes cuadros, esculturas y algunos trípticos flamencos del siglo XV.

El Acueducto


Cuando salimos del monasterio nos dirigimos abrazando los comienzos del Acueducto hacia el centro de la plaza desde donde se vislumbra en toda su grandiosidad el mayor monumento de Segovia. Nuestro recorrido a la par de los cimientos urbanos primarios del monumento resulta fascinante, ya que, al menos quien escribe estas líneas, jamás antes había visto esta parte de la insigne obra; siempre había disfrutado de la vista grandiosa que se contempla en el centro de la construcción, en el Azoguejo.


Este puente romano nos contempla rotundo desde sus 2.000 años de historia; su sola visión impresiona. Para captar enteramente su volumen y dimensiones, debemos desplazarnos buscando diversas perspectivas.


El Acueducto fue, probablemente, construido en tiempos de Augusto para traer el agua desde el puerto de la Fuenfría a una ciudad que se convertía en centro de una importante zona agrícola. Su arquitecto, cuyo nombre figuraba, según antiguos cronistas, en la inscripción que hoy apenas se adivina, consiguió armar los 44 arcos del cuerpo inferior y los 119 del superior sin utilizar ningún tipo de argamasa. Solo el equilibrio entre sus fuerzas lo han mantenido en pie hasta hoy.


Desde su nacimiento urbano, en una pequeña casa de aguas, hasta lo alto del Postigo, distan 728 m, que han de sumarse a su trayecto de más de 15 Km desde el nacimiento en el río Acebeda. En la plaza de Díaz Sanz un brusco giro lo dirige hacia la parte más monumental, sobre el Azoguejo, donde alcanza su mayor altura, con casi 30 m. En esta zona, entre los tres arcos centrales, se encuentra el frontis de la desaparecida firma que alberga en dos hornacinas las imágenes de la Virgen y San Sebastián, que sustituyeron en 1520 a sendas estatuas mitológicas. El Acueducto es el mayor símbolo de Segovia y como tal figura en su escudo.

La calle Real y su entorno




Continuamos nuestro paseo en suave ascendencia hacia la conocida calle Real, bordeada de interesantes edificios. Esta calle es la de más actividad, bullicio y colorido durante el día. Aunque su recorrido hasta la Plaza Mayor recibe tres nombres, respectivamente: Cervantes, Juan Bravo e Isabel la Católica, es el de Calle Real el único usado por los segovianos, tal como nos indicó nuestra guía María. Por ella pasan las procesiones, las cabalgatas y las charangas; a su lado se celebra el tradicional mercado de ganado de los jueves y, cada tarde de domingo, su empedrado es pisoteado impenitentemente por miles de personas que la pasean de arriba abajo y de abajo a arriba.


A media subida, el pretil de la escalinata de la Canaleja sirve de mirador para comprobar la cercanía de la sierra.

La Casa de los Picos


Un poco más adelante es fácil distinguir la Casa de los Picos, hoy sede de la Escuela de Artes y Oficios. Su nombre se debe al bonito y original adorno de la fachada, realizado sobre granito en forma de punta de diamante.

San Martin



Poco más adelante llegamos a la Plaza de Medina del Campo, conjunto arquitectónico de gran belleza, con la escalera empedrada, la fuente, la estatua de Juan Bravo y sobre todo el magnífico caserío que le da forma, presidido por la iglesia de San Martín, que hacen de ella un entrañable rincón urbano lleno de encanto que los segovianos saben aprovechar como lugar de encuentro y los visitantes como un agradable descanso que se llena de sol en los días despejados.


La plaza es conocida entre sus paisanos como la de San Martín por la iglesia que la encabeza; de Juan Bravo por la estatua realizada por el escultor Aniceto Marinas en honor del valeroso comunero, muy querido por los segovianos; y de las Sirenas al confundir con ninfas marinas las dos esfinges situadas al pie de la escalinata.

Iglesia de San Martín


El edificio que realza la singular belleza de la plaza es sin duda la iglesia de San Martín, un templo románico del siglo XII, levantado sobre otro mozárabe, de planta cuadrada, 200 años más antiguo. Este templo, de tres naves, cuenta con igual número de galerías porticadas. En su portada muestra cuatro columnas-estatuas adornadas con las figuras de profetas que recuerdan a las cariátides griegas aunque, eso sí, más hieráticas e inexpresivas.
Continuamos nuestro paseo y llegamos a

La Judería






Aquí podemos admirar entre las callejas que lo adornan, varios edificios singulares, siendo quizás el más significativo, la iglesia de Corpus Christi perteneciente a un convento de monjas clarisas. El templo, dedicado al culto cristiano, fue construido en el siglo XIII como sinagoga judía y convertido a la religión preponderante tras la expulsión de los hebreos en 1492, aunque en su interior los arcos de herradura, las celosías de madera y las paredes encaladas rinden el homenaje del recuerdo a su auténtico origen. Esta iglesia y, más aún, la estrecha callejuela que parte hacia la izquierda, llamada de la Judería Vieja, anuncian el comienzo del barrio judío, alhama o Judería. Una zona que disfrutó de gran actividad dentro de la ciudad, en la que habitaba un gran número de hebreos dedicados al comercio y a otros oficios hasta que, como es sabido, fueron obligados a abandonarla. Todavía hoy conserva parte del sabor que debió de tener, repartido entre sus angostas calles.


Continuamos nuestro paseo imbuidos en las explicaciones que nos proporciona María, y así desembocamos en la

Plaza Mayor


Es sin lugar a dudas el centro vital de la ciudad. Además de reunir algunos de los edificios administrativos más importantes, en las calles aledañas proliferan bares, mesones y pubs, que son la cita ineludible durante la noche tanto para los segovianos como para los turistas.


Entrando en la plaza por la Calle Real vemos enfrente el Ayuntamiento, salvando este breve obstáculo que aparece y desaparece con el tiempo que es el templete de música, o como dicen muchos segovianos, el quiosco. El edificio consistorial, cuyo interior ha sido completamente rehabilitado a excepción de la llamada planta noble, está presidido por dos torreones y el reloj, siendo ejemplo de la arquitectura del siglo XVII.


Por cierto, hoy, junto a la bandera nacional, la de la UE y la segoviana, luce una enseña de un país árabe que ninguno sabemos identificar y cuyas razones para estar en ese lugar no alcanzamos a dilucidar; María apunta como una posibilidad un “hermanamiento” con el país en cuestión o ciudad tal vez hermanada con Segovia.


Con posterioridad a lo escrito por mí, en concreto el lunes 9 de marzo, mi buen amigo Eduardo Cabañas, que tiene la mala costumbre de leerme y aportar siempre su valioso granito de arena en lo que respecta a correcciones, me dice que la bandera pertenece a la República Árabe Saharaui Democrática, antigua provincia española. Gracias pues a Eduardo, que en su modestia es un sabio.


A su derecha se encuentra el Teatro Juan Bravo, inaugurado hace más de 100 años, concretamente en 1918, que en la actualidad es el único en activo tras una restauración que le sacó de un largo periodo de abandono, salvando un importante apartado de la vida cultural segoviana. Hoy, el Juan Bravo centra su programación en el teatro, la danza y la música.

La Catedral


Es uno de los grandes templos góticos construidos en España. La parte que asoma a la Plaza Mayor corresponde a su ábside, adornado de pináculos y arbotantes que conforman una marejada de piedra.


Juan Gil de Hontañón fue el encargado de la obra, pero a su muerte la dejó en manos del que había trabajado como aparejador, García de Cubillas. Un hijo de Gil de Hontañón, Rodrigo, cuarenta años después, se haría cargo de los trabajos, adoptando el sistema gótico de capillas radiales, propio de los templos medievales.


Es la última catedral gótica que se construyó en España. Está considerada como la obra maestra del gótico vasco-castellano y se la conoce como “La Dama de las Catedrales”. Se trata de la tercera catedral de la ciudad, y conserva el claustro de la segunda, ubicada frente al alcázar y destruida durante la Guerra de las Comunidades en 1520. En sus obras, como ya se ha dicho, trabajaron Juan y Rodrigo Gil de Hontañón, y otros maestros de la arquitectura española. Fue consagrada en 1768 y tiene unas dimensiones de 105 metros de largo, 50 de ancho y 33 de altura en la nave central; su torre alcanza los 90 metros. Consta de 18 capillas y dispone de tres puertas de acceso; la del Perdón, la de San Frutos y la de San Goroteo, primer obispo de la diócesis.


Aquí, frente a la catedral, en la Plaza Mayor, se despide de nosotros María con la felicitación unánime de todos por su excelente trabajo. Son las 14:00 horas y nuestro almuerzo está previsto a las 14:30, de modo que Pedro y yo nos damos un paseo por las calles adyacentes a la catedral y poco antes de las 14:30 estábamos en el restaurante que nos iba a cobijar: El Bernardino.

Nuestro almuerzo


Cuando entramos en el local, ya estaba sentado allí Gonzalo, en una mesa redonda para ocho comensales y nos había reservado sitio para Kitty, Nicolás, Pedro y yo. Ocupaban otros dos sitios Ramiro y un compañero del que siento no saber el nombre. El lugar que quedaba libre al lado de Pedro, nos hizo el honor de ocuparlo Elena.

El almuerzo, que resultó fantástico, regado con un buen Ribera del Duero y agua mineral a discreción, se compuso de una rica y contundente sopa castellana para abrir boca, y luego el consabido cochinillo, debidamente troceado con el clásico plato que luego se estrella contra el suelo; acompañaba al cochinillo como guarnición una ensalada. De postre un plato de helado con un pastelillo. Café e infusiones. Una comida realmente soberbia.


Este es el lugar para decir que los ex funcionarios de la Secretaría de Estado de Comercio, Elena, Kitty, Gonzalo, Nicolás y quien suscribe, pidieron humildemente perdón a Pedro, Ramiro y el otro compañero por las numerosas anécdotas y chascarrillos que contamos de nuestros años en activo. Obtuvimos el ansiado perdón.

A los postres nos llegó una sorpresa, algo inesperado. Hizo entrada en la zona que ocupábamos los miembros de la Hermandad una especie de ¿rapsoda? (la verdad es que no sé muy bien cómo calificarlo), que vestía una chilaba a rayas, y al que en un principio nadie supo muy bien qué cometido se traía entre manos.

El rapsoda, llamémosle así, dijo ser pariente de “nuestro” Jorge Baeza, y nos deleitó con una serie de historias que nos ayudaron a digerir la abundante comida. Finalmente se quedó en compañía de Jorge y Pilar, mientras el resto de comensales nos levantábamos bien pasadas las cuatro de la tarde y nos dirigíamos al autobús para realizar nuestra última visita antes de retornar a Madrid.

El Alcázar

Nos dejó el autobús próximo a un prado desde el que se podía admirar muy bien la inconfundible estampa del Alcázar segoviano.


El Alcázar de Segovia, palacio real situado en lo alto de una roca entre los ríos Eresma y Clamores, aparece documentado por primera vez en 1122, aunque es posible que existiese en época anterior. Fue una de las residencias favoritas de los reyes de Castilla, construido en la transición del románico al gótico, y en el que destaca la decoración mudéjar de sus amplios salones. El edificio se articula a través de dos patios y posee dos torres, la del Homenaje y la de Juan II. Fue residencia favorita de Alfonso X el Sabio y de Enrique IV, y de él partió Isabel la Católica para ser proclamada reina de Castilla en la Plaza Mayor. Devastado por un incendio en 1862, fue posteriormente reconstruido. Alberga en la actualidad el Archivo General Militar de Segovia y el museo del Real Colegio de Artillería, gestionado por el Patronato del Alcázar.

Santuario de la Virgen de la Fuencisla


A pocos metros del prado desde el que admiramos el Alcázar, se encuentra el santuario de la patrona de la Comunidad y de la ciudad de Segovia. Fue construido entre los años 1598 y 1613 por Francisco de Mora al haberse quedado pequeña la ampliación renacentista de la primitiva ermita medieval allí existente. Posee un retablo de Pedro de la Torre en el Altar Mayor así como una notable reja barroca cerrando el presbiterio y donada por el gremio de pañeros. Fue visitado por San Juan Pablo II en 1982.



Regreso

Tras una corta visita al santuario, subimos de nuevo al autobús, recogimos en el centro de Segovia a Jorge y Pilar, así como a otro matrimonio que también se había quedado en el restaurante, y emprendimos nuestro regreso a Madrid a las 17:45.

Tras un ligero atasco a la entrada en la A-6 a la altura de Las Rozas, arribamos a nuestra sede de Alberto Alcocer poco después de las siete de la tarde. Tras el correspondiente tránsito por el Metro y el Cercanías en Príncipe Pío, llego a mi casa de Las Rozas sobre las 20:00 horas.

Para finalizar este relato, me gustaría decir que todas las excursiones de la Hermandad suelen ser un éxito, pero en esta ocasión, creo que hemos puesto el listón muy alto. Todo resultó perfecto. De nuevo, mi enhorabuena a Elena, Jorge y Pilar. Poco más podría añadir.

Las rozas de Madrid, 1 de marzo de 2020

Juan José Alonso Panero



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